Fue tal el reconocimiento de la obra y valía personal de Orejón que en 1886 fue invitado por el Alcalde de la ciudad y el Presidente de la Junta de instrucción para participar en los exámenes generales de las escuelas. En 1897 la Asamblea de la Iglesia Cristiana Española en Madrid informaba:
- “El Sr-Orejón dice que está muy satisfecho de la marcha regular de la iglesia en Cartagena. Los cultos están muy concurridos llenándose el local en el que caben unas cien personas, teniendo que estar en algunas ocasiones en la escalera. Las escuelas siguen su marcha florecientes. Entre las dos escuelas reúnen 200 alumnos. La Sociedad de jóvenes rebasa los veinte. Se han abierto misiones en Balsica y Águilas, habiéndose fundado una escuela en la primera misión.
Para algunos autores la obra evangélica en Cartagena se remontarían al año de 1836, donde aparece una lápida en el Cementerio de los ingleses y en los archivos municipales, en una de sus actas se haga constar la presencia de un grupo de protestantes. Pero la figura que más destaca en estas actas es Felipe Orejón, juntamente con su esposa y una niña.
La primera persona que aparece en Cartagena asociada al Movimiento de las Asambleas de Hermanos, es
Samuel Payne. Fue su estancia breve ya que regresó a Barcelona, aunque siguió interesado en la obra de Cartagena tras la conversión de don Pedro Rubio. La presencia en España de las Asambleas de Hermanos se remonta a la época de Isabel II, cuando Roberto Chapman, abogado inglés, realiza una serie de viajes de «exploración espiritual» (1830). Lawrence y Gould fijaron su residencia en España antes de proclamarse la libertad religiosa (1868). Otros hermanos ingleses siguen su ejemplo y se fundan las primeras Asambleas: Madrid
(Enrique Payne, sus hijos y Pedro Rubio) y Barcelona (Lawrence), 1868-1874; Galicia : Tomás Blamire, Jaime Wigstone, Jorge Spooner; La Coruña (1875); Vigo (1878); Marín (1882); El Ferrol (1879), donde Spooner continua la obra bautista iniciada en 1877; Linares : Wigstone (1885); León : Hayle (1876); Valladolid (1898). Se extiende a la provincia y a Zamora (Colegio Evangélico).
En Cartagena los misioneros pioneros de las Asambleas de Hermanos serían
Juan Richards y don
Ricardo Holloway. Llegarían en 1875 desde Barcelona en bicicleta y comenzarían a testificar en El Algar, localidad próxima a Cartagena. Siendo solteros, regresarían pronto a Inglaterra con el deseo de casarse y volverían con sus esposas. La de Juan Richards se llamaba Ana y la de Ricardo Violeta. Juan se establecería en Cartagena y Ricardo se queda en El Algar.
Dice Joaquín Guerola
(i)
- El testimonio del Evangelio da sus primeros frutos y un matrimonio recién casados son bautizados. Las condiciones de vida no eran muy saludables y doña Violeta fallece al nacer su hija. Sus restos son enterrados y así se conservan en el Cementerio protestante de Cartagena. Don Ricardo sigue trabajando en el distrito, mientras don Juan lo hace en la Ciudad. En medio de esa labor descubren que en uno de los barrios de "extramuros" San Antón, un cuarteto de hombres se reúnen para leer la Biblia. El resultado es que se convierten, son bautizados y así se forma el primer núcleo de Iglesia. Se ha llegado al año 1.898. Ya tenemos en esas fechas las primeras actas de la actuación de la Iglesia, y los nombres de sus miembros. Don Ricardo, mientras tanto, se ha vuelto a casar y se instala definitivamente en Cartagena. La labor evangelizadora da la oportunidad de abrir testimonio en los pueblos de alrededor. La Unión, Molinos Marfagones, se llega hasta Alicante, Murcia, Archena. Cualquier oportunidad que se presenta es aprovechada. Así surgen los colportores que salen a los pueblos con la palabra de Dios. Es una época en que el Señor bendice y prospera el Evangelio y aunque no faltan las dificultades propias de la época la Obra crece y el Señor añade a la Iglesia los que han sido salvos. A la mitad de los años treinta Cartagena cuenta con dos Asambleas, una en el barrio de San Antón y otra en la misma ciudad, en un lugar céntrico. Los siervos de Dios mantienen una labor amplia, ya que durante ese tiempo les vemos viajar por distintos lugares de nuestro país. La impresión es que el Evangelio ha entrado en una fase de prosperidad.
MISIÓN EVANGÉLICA INGLESA
También llegaría a Cartagena la Misión Evangélica Inglesa, con la denominación
“Primitiva Iglesia Cristiana” con diferentes puntos de misión en la España del 98. Su órgano de difusión era el “
Gleanings from Spain” "Apuntes y Noticias desde España" que se conocen siete tomos encuadernados de los años de 1898 a 1905 con 1.366 páginas. Se redactaron desde Zaragoza y luego desde Madrid, donde aparecen personajes del pasado evangélico que hubiesen quedado en el olvido si no se hubiesen escrito. Por esta causa
insistimos en que el siglo XX debe escribirse con urgencia, ya que los protestantes españoles no hemos sabido trasmitir la historia de este siglo y menos aún escribirla. Los misioneros extranjeros por diversas razones nos han dejado mucha de la historia del XIX escrita, pero el siglo XX tiene muchas lagunas que debemos solventar con urgencia.
Pablo Enrique Le More publicó en la revista "Edificación Cristiana", marzo-abril de 1.981 un artículo que tituló “Sangre, pobreza y corrupción” referido al periodo del 98 y la Misión Evangélica Inglesa:
- El final del s. XIX coincide con la liquidación de nuestro imperio colonial. Terminada su expansión hacia el Lejano Oeste, los U.S.A. buscan nuevos mercados y aplican la conocida doctrina de Monroe: "América para los (Norte) americanos". En 1.898 estalla el "Maine" la guerra Hispano-Americana, y perdemos Filipinas, Puerto Rico y Cuba... Nuestros soldados regresan, heridos en cuerpo y alma, pero 140.000 de ellos no volverán nunca más... Dentro de la Península la situación raya también con lo catastrófico: paro, miseria y especulación se dan la mano; cunde el desaliento y el anarquismo; en agosto de 1.897, Cánovas del Castillo cae asesinado... En lo político hay confusión y caciquismo; los crecientes impuestos de guerra provocan tumultos, a veces ahogados, con sangre... la peste estalla en Oporto, alcanzando Galicia, Extremadura y parte de Andalucía... Vigila el clero para mantener su dominio sobre la vida pública y privada de los españoles -desde la cuna hasta el féretro- sancionando injusticias sociales y el desorden establecido... España es un paraíso para los ricos y un infierno para los pobres... Mientras tanto, el juego, la prostitución, el alcohol, los toros y las ceremonias religiosas distraen a las masas casi analfabetas...
- Perdidos en es maremagnum de personas y cosas, unos miles de "herejes" se empeñan en hacer leer un Libro (desconocido y prohibido) a sus compatriotas y se atreven a cuestionar la Religión del Estado (muchas veces superficial) pero incrustada en el folklore celtibérico...
Es en esa sociedad tan peculiar donde irrumpirá una millonaria evangélica inglesa (
doña Julia F. Stone, señora de Jones) al frente de un batallón de misioneros y evangelistas. A los pocos años, serán 28 esforzados británicos de ambos sexos, secundados por 17 españoles y españolas, tan abnegados como aquéllos. Frente a la mofa, el despiadado insulto, las piedras o la cárcel inclusive y ante la culpable indiferencia de las masas -"religiosas" pero "muertas en sus delitos y pecados"- anunciaron, sin cansarse, el beneficio de Cristo crucificado: perdón, paz y vida eterna.
¡PASAD A ESPAÑA Y AYUDADNOS!
Acompañada por su hermano, la señorita
Julia F. Stone llega por primera vez a España en mayo de 1.894.
Huntington Stone es un acaudalado fabricante de Greenwich, que vive modestamente, conoce cinco idiomas modernos (además de hebreo y griego bíblicos) y mantiene, año tras año a 30 candidatos- misioneros que estudian medicina tropical antes de salir para Uganda o la India. Ambos (
Julia y Huntington) pertenecen a una asamblea de "Hermanos" de tipo conservador que anhela reflejar el amor, la pureza doctrinal y el celo evangelizador de la Iglesia primitiva. Ambos aprenden nuestro idioma y ayudan en las dos asambleas que hay entonces en Barcelona: ella en las escuelas de la calle Ferlandina; él enseñando la Biblia al grupo de jóvenes de la villa de Gracia. Al cabo de dos meses, él tiene que regresar a Londres para sus negocios. Pero volverá cada año -por seis u ocho semanas- sirviendo humildemente donde haga falta: en
Barcelona principalmente, pero también en
Madrid, Valladolid o Galicia.
Ella permanece un año entero en España, haciendo extensas visitas por
Cataluña, Aragón y la Meseta castellana; luego vuelve a su patria chica. Ambos hermanos oran intensamente. Han captado la visión de una España destrozada moral y espiritualmente, pero donde (en medio de las circunstancias antes descritas) hay seres nobles, abiertos y sencillos que anhelan paz espiritual y un cristianismo genuino, fundado en la Palabra de Dios y no en las instituciones humanas, demasiado vinculadas al presente siglo. Un cristianismo tal como se manifestaba en la Iglesia primitiva. Y en la mente de los hermanos Stone surgirá otra visión: la de un arriero baturro, de una lavandera extremeña o de un estibador barcelonés que le dicen: - ¡Pasad a España y ayudadnos!
DESDE ZARAGOZA HASTA LOS CONFINES DE LA PENÍNSULA
A partir del otoño de 1.895, la misión de la "
Primitiva Iglesia Cristiana" se pone en marcha. Curiosamente, es el hermano quien se queda en Inglaterra, para ayudar en todo cuanto pueda desde la retaguardia. La hermana, acompañada de dos eficaces colaboradoras -
Jessie Mathews y Anita Vaughan- establece el primer "comando" en España. Primero, en la Ciudad Condal, luego en Zaragoza, donde afluyen nuevos misioneros. Durante siete años la ciudad del Pilar será así como la Jerusalén de esos nuevos Hechos Apostólicos. Allí estará el centro permanente, la Casa-matriz de la misión; allí durante los siete primeros años se impartirán los estudios bíblicos para obreros ingleses, se bautizará por inmersión a todos los conversos habidos en España y se redactará las "
Gleanings of Spain", los folletos evangelísticos (entre los que destaca la hoja mensual:"
Mensajeros de la Verdad"), juntamente con la escasa e insuficiente literatura de edificación en castellano: unos 83 "Cánticos evangélicos" y un librito con una lista de porciones bíblicas, aptas para ser leídas "en la reunión del partimiento del pan".
En la primavera de 1.897, la señorita Julia Stone vuelve a la Península con un último grupo de colaboradores. Los recién llegados aprenden afanosamente nuestra lengua y reciben a diario clases de formación bíblica y doctrinal. Mientras tanto, se les ha unido un primer núcleo de ayudantes españoles: Antonio Córdoba, Urbano Serena y su hija Antoñita, el valenciano Ignacio Rodrigo y la "señora Pascuala", oriunda de Calatayud.
En la casa-matriz zaragozana (con capacidad para unas 200 personas) acuden los primeros vecinos a las reuniones diarias de oración y evangelización; éstas a las ocho de la noche y aquéllas a las diez de la mañana. Ustedes han leído bien: hay reuniones cada día, noche tras noche, durante años. Por cuanto el Mensaje no sólo es urgente, sino de vital importancia: "
Hoy es el día de salvación..." ¡Mañana puede ser demasiado tarde! "Hoy, si oyereis Su voz (la del Señor), no endurezcáis vuestros corazones..."
De repente, brotan los neófitos; los que acaban de ser "plantados en Cristo Jesús"; los que han experimentado un auténtico nuevo nacimiento. A éstos, se les enseña que el asistir a los cultos no basta; si son salvos es para servir y testificar de Cristo a todos sus compatriotas: deudores son a maños y a catalanes, a los riojanos y a los de Tudela, a ricos y pobres, a los burgaleses y a los vascos, a jóvenes y a viejos, a extremeños y a manchegos... Y ¡nada de quedarse cómodamente en Zaragoza! Hay que llevar la Gran Noticia de paz y vida eterna a los once mil pueblos, burgos y ciudades de España!
Durante una de sus breves visitas a Inglaterra, la señorita Stone se casa con don
Federico D. Jones (que lleva seis años como misionero de los "Hermanos" en Barcelona) y vuelve la pareja para seguir sirviendo a Dios y a nuestro pueblo. ¿Qué es lo que mueve a esa gente que podría disfrutar cómodamente de una renta anual de veinte millones de pesetas? ¡El amor de Cristo y una honda compasión para los que caminan hacia la perdición eterna!
En el otoño de 1.897, y sin estar plenamente afincado en la ciudad del Pilar, el testimonio de la "Primitiva Iglesia" zaragozana empieza a extenderse: de dos en dos, los rubios enviados visitan intensamente los pueblos inmediatos. Con su proverbial tesón, les ayudan eficazmente los primeros aragoneses convertidos. En octubre, ya establecen obra fija en
Zuera y Calatayud. Y en diciembre del mismo año en
Pedrola, donde ocho meses más tarde la naciente asamblea contará con diez bautizados. En febrero de 1.898 se fijan en
Muel, pueblo de alfareros. Allí, al cabo de trece meses, siete creyentes serán sumergidos en las aguas, prometiendo seguir fieles a Cristo que les rescató. Y siempre en ese fatídico 1.898, año de guerra colonial, de humillación y de miseria, se abren nuevas "misiones": en mayo, M
orata de Jalón; en junio, Soria y Rueda; en agosto, Segovia. Y un mes más tarde, en
Ricla y Tudela. Y antes de que finalice el año, otras dos rubias misioneras logran introducirse en
Pamplona, "uno de los puntos más negros de la España negra".
DURAS REACCIONES
Tal despliegue no va sin despertar serios temores en el Establecimiento religioso y provoca duras reacciones. En Soria, al poco de llegar de visita
Miss J. Mathews, el gobernador militar la hace arrestar, juntamente con los dos misioneros británicos ya instalados. En plena guerra hispano-americana, cualquiera que habla inglés resulta altamente sospechoso... y el pretexto es excelente para expulsar de la provincia a esos "malditos protestantes". ¿Qué hacer? Se quedan en Soria las dos "obreras evangélicas" españolas:
doña Constancia y su hija. Estas testifican de casa en casa y el 5 de enero de 1.899, los cinco primeros evangélicos sorianos son bautizados -tras rigurosa comprobación de que han nacido de nuevo (Jn 3:3 y 5)- en la casa-matriz de Zaragoza. El 28 del mismo mes se abre el primer local evangélico soriano en la calle de la Fuente, núm. 6. Como es de suponer, estallan las persecuciones. De día, unos "elementos incontrolados" perturban ruidosamente las reuniones, donde los creyentes cantan a pleno pulmón:
"¡Qué alegría fue la nuestra cuando Cristo nos salvó!
Cuando en nuestras almas derramó su amor,
Cuando la penosa carga del pecado nos quitó,
¡Qué alegría nos llenó el corazón!"
De noche, los enemigos de Cristo destrozan la puerta y las ventanas del local a pedradas. Avisado, el gobernador civil envía por fin un guarda... para apuntar nombre y apellido de cuantos interesados quieren entrar. El obrero que "va a los protestantes" está seguro de perder su trabajo; el tendero, de perder su clientela... Como siempre: hay que doblegarse, marcharse o morir de hambre. Y como esas medidas coercitivas no bastan, varios creyentes serán encarcelados ilegalmente y repetidas veces por espacio de diez o incluso de quince días; siendo su único "delito" el de querer adorar a Dios "en espíritu y en verdad" (Jn 4:23-24)
Pero, por más que ruge el Adversario, prosigue la obra. Unos evangelistas -rubios y morenos- visitan regularmente cada uno de los once nuevos puntos de testimonio y desde cada uno de ellos, los responsables locales recorren los pueblos y aldeas del contorno. Así, por ejemplo, desde Pedrola visitan semanalmente Figueruelas, El Cabezo, Alagón, Cabañas y Alcalá de Ebro, repartiendo porciones de la Palabra de Dios, predicando en los mesones o en las encrucijadas de las calles y caminos.
Tras quince meses de trabajos apostólicos, además de todos los sitios ya mencionados, había un testimonio fijo y continuado en Jaca, Burgos, Valencia, Teruel y Barcelona. En esta última ciudad se trata (de momento) de una misión para marineros de muchas nacionalidades, cuyos barcos recalan continuamente en el gran puerto catalán.
"Cuán hermosos son los pies de fiel cristiano,
Quien cumple el mandato de Jesús,
Va a las gentes sumergidas en tinieblas,
llamándolas a la luz"
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(i)Edificación Cristiana nº 74 de 1978. “El sureste de España” Joaquín Guerola
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