El primer objetivo del Consistorio era “unificar todos los trabajos dirigidos a la propagación del Evangelio en España, aprovechándose de todos los medios que juzgue prudentes” y el segundo “adoptar una Confesión de Fe, un Código de disciplina y una versión de la Biblia, para lograr la necesaria unidad entre los católicos reformados españoles”. Se pretendía pues llegar a unos principios mínimos de fe y convivencia que venían aparejados a la llegada a España de ideas y notables diferencias doctrinales y eclesiológicas. Es muy probable que la idea de traducir los 39 artículos de la iglesia anglicana de Browne por parte de Cabrera ya tuviese en mente esta idea unificadora, especialmente cuando menciona en el prólogo “que su publicación en nuestro idioma ha de ser un acontecimiento inapreciable para cuantos desean conocer con exactitud los verdaderos principios de la iglesia Anglo-Católica” “como inseparable de los que se dedican al ministerio evangélico o afirmar la fe a sus hermanos”.
En esta primera Asamblea gibraltareña se adoptó el nombre de Iglesia Cristiana Española, procurando unir todos los sentimientos denominacionales en “Cristiana” y “Española”, pero no se llegó a más, dejando el tema de la Confesión de Fe, Catecismo e Himnario para otras Asambleas. Las siguientes reuniones en Asamblea no lograron unificar los más importantes temas como eran los pertenecientes a concretar una Iglesia Nacional y Católica pero no romana. Se orientaban las iglesias, vistas las diferencias, hacia la constitución de una Federación donde podrían prevalecer las características de cada una de las partes que compondrían las Iglesia Cristiana Española y no tanto hacia un cuerpo español y diferenciado. De hecho ya en el Código de Disciplina aprobado se decía en su sección 1ª: “La Iglesia Cristiana Española es la federación de todas las Congregaciones cristianas en territorio español, que acepten su Confesión de Fe, su Directorio de culto y el presente Código de disciplina”.
PROYECTO UNIFICADOR DE CABRERA.
Esta Iglesia Cristiana Española, coexistía con otra creada por Palomares y con una organización sencilla, como la Iglesia Española Episcopal Reformada que al ser considerada “anglicana” era respetada por las gentes a pesar de ser “protestante”. Las dos iglesias tenían bastantes puntos en común y ante las dificultades de crear una Confesión de fe que abracase los principios de una iglesia evangélica, bíblica, sin pretensiones denominaciones y claramente española decidió Cabrera asociarse con Palomares que se haría mas tarde en marzo de 1880. Creemos que el proyecto unificador se expresaba en el “
Memorial de las congregaciones reformadas en España y Portugal a los obispos de la iglesia de Inglaterra”. Aunque firmado por todos los pastores de las iglesias representadas, parecía la obra de Cabrera que veía la necesidad de entroncar históricamente el protestantismo actual con los reformadores del siglo XVI, entre los que se incluían Cisneros y Carranza. Pero además Cabrera lo conformaba con una liturgia del rito mozárabe con el cual quería especificar una iglesia que fuera “española”.
Esta consagración de Cabrera como obispo de la Iglesia Española Reformada, no solo fue mal vista por los obispos católicos, sino también por un sector del protestantismo cercano al grupo de Matamoros. Los conceptos de Cabrera sobre una iglesia “española y reformada” partían de una iglesia protestante nacional, mientras los del grupo de Matamoros la concebía como confederación de iglesias, independientes y libres. La formula empleada en la ordenación de Cabrera, que era la de la Iglesia de Irlanda, y que presumía de haber conservado la sucesión apostólica, confirmaba la voluntad de mantener el espíritu de la Reforma en el seno de la Iglesia Católica, como tradición de la Iglesia Española independiente de Roma. Sin embargo, también sobrevolaba la sombra de hacer de Cabrera un obispo dependiente del Reino Unido, al que podían alabar algunos ciudadanos ingleses pero era juzgado como una injuria a los españoles, porque el Gobierno “permitía la injerencia en España de un metropolitano anglicano protestante y el establecimiento de una jerarquía que reconoce por jefe propio al Soberano de la Gran Bretaña”.
Cabrera siempre había mostrado su valentía en aglutinar al protestantismo español. En la misma formación del Consistorio en Gibraltar de 1868, las palabras repetidas en dichos documentos son : Uniformar, unidad, una. El Rev. Robert Stewart Clough lo valoraba así: “En el Sr. Cabrera, los cristianos evangélicos españoles –cualquiera sea la denominación a la que ellos puedan real o nominalmente pertenecer- reconocen a su más hábil y propio representante. Su santidad y pureza de vida y enseñanza; su valentía como un embajador de Cristo; su personal humildad y su profunda sabiduría y otros dones de gracia y discernimiento, le distinguen preeminentemente como un pilar en la Iglesia en España”. En el mundo hispano también Cabrera había adquirido popularidad con sus himnos y el propósito de tener una iglesia unida y organizada, pero al señalarle como “clérigo anglicano”, aunque esta nominación no respondiese a la realidad, desvirtuaba su propósito de la personalidad española de la obra.
EL PRIMER SÍNODO
Las circunstancias que obligaban a la unificación hacia una iglesia nacional que pudiera ser visible ante los españoles lo expresaba “La Luz” con claridad, sin ocultar la realidad. Decía: “Cuando la intolerancia religiosa desapareció de España
(i), vinieron a nuestra patria cristianos representantes de distintas sociedades evangélicas, que se establecieron en varias poblaciones de España con completa independencia unos de otros. Dios ha bendecido sus esfuerzos, y son ya muchas iglesias que hay constituidas en nuestra patria. Ha llegado ya el momento de que todas las iglesias que tienen una misma fe e idéntica organización, se unan y formando una federación y conservando cada cual su autonomía en las cosas materiales; así lo ha hecho la Unión Evangélica establecida en Madrid, federando las iglesias”.
Las iglesias que se unían eran la presbiteriana, la luterana, congregacionalista y metodista. El proyecto fue enviado a las Cortes que respondieron reconociendo legalmente constituida dicha Iglesia Española Reformada y autorizada para España. Sin embargo este movimiento indígena no fue bien vista por la Comunión Anglicana y solo la iglesia de Irlanda comprendería la importancia de organizar una iglesia católica y española, sin ser romana. Cuando en marzo de 1880 se constituye la Iglesia Española Reformada Episcopal, es cuando el Consejo de obispos Anglicanos de Irlanda comenzaría a velar y aconsejar a esta naciente iglesia. En este primer Sínodo constitutivo de la IERE, celebrado en Sevilla en marzo de 1880 como dijimos, se contó con la presencia del obispo mejicano Riley, que había visitado España de acuerdo a una resolución de la Conferencia de Lambeth y se nombró obispo electo a Juan Bautista Cabrera. A petición del Sínodo, el obispo Riley, ordenaría diácono y como pastor de Málaga a Joaquín Domínguez, donde llevaba trabajando como laico los últimos cuatro años.
A principios de 1881. Lord Plunket realizó la primera visita a Sevilla. Aunque las inundaciones de aquel año, por el desbordamiento del Guadalquivir, impidieron a muchos asistir a los servicios, la iglesia saldría muy edificada y Lord Plunket con una buena impresión que se plasmó en un artículo de junio de 1881 en la revista
Luz y Verdad. Los servicios que estaba previsto celebrarlos en la iglesia de la Ascensión se celebraron en San Basilio y para poder conocer la Ascensión, Plunket tuvo que ir en barca único medio de locomoción.
Presidiría Cabrera, como obispo electo, el Segundo Sínodo de la IERE ese mismo año y contó con delegados de todas partes de España. Se unieron a la IERE cuatro congregaciones: Monistrol, San Vicente, Salamanca y Villaescusa, que fueron admitidas. Se envió un saludo fraternal a la iglesia lusitana.
En marzo de 1882 Cabrera visitaría Sevilla, pues se hallaba viviendo en Madrid desde 1874, haciendo un breve repaso a la situación de las iglesias. Informó del gran trabajo desarrollado bajo a dirección de la gracia de Dios y el crecimiento e importancia del movimiento evangélico. “La Biblia es cada vez más conocida, las publicaciones de carácter bíblico se compran con interés, los jóvenes están siendo entrenados en el temor y conocimiento de Dios y existe un deseo real y profundo de escuchar el Evangelio de Cristo”.
Las mismas expresiones de satisfacción se repetirían a principios de 1887 cuando el Obispo de Long Island Rev. UN. Littlejohn, visitó Sevilla, siendo recibido por Palomares y su congregación. Cuando el obispo asistió a la Santa Cena, confesó en su sermón lo grato que le había sido escuchar los mismos himnos que se cantaban en las iglesias estadounidenses y ver su liturgia que conocía muy bien en su traducción inglesa. Les dirigiría una carta a la congregación después de marchar de Sevilla amonestándoles a que en medio de las dificultades y la abnegación tuviesen paciencia y perseverasen en la santidad hasta el martirio. El obispo le contestaría por la deferencia el 22 de septiembre de 1887 y elogió en trabajo del cónsul norteamericano que había actuado como capellán laico del obispo. Varias visitas como las del vicario Rev. W. Preston de Runcorn, Inglaterra y la de 1888 del arzobispo de Dublín a Sevilla, dieron testimonio del trabajo de los pastores Baquero y Palomares. Siendo la fiesta anual de las escuelas dominicales, pudieron ver reunidos a 150 niños y 200 adultos
CABRERA EN MADRID Y LA PROBLEMÁTICA DEL TEMPLO
En noviembre de 1874, la iglesia evangélica de Madrid acababa de perder a su pastor Antonio Carrasco Palomo. Cabrera se haría cargo de ella y de la publicación “La Luz” además de escribir nuevos libros y poesías. De la iglesia de la Santísima Trinidad sevillana se harían cargo, al marchar Cabrera, el pastor Enrique R. Duncan de Comités escocés, a quien ayudaba Manrique Alonso Lallave. Cuando Duncan marchó para Córdoba dejaría solo a Manrique Alonso hasta 1887 en que el Comité Escocés vende el edificio por problemas de no poderlo reparar por falta de fondos, aunque siguieron las escuelas y los cultos en una casa que alquilaron. Alonso Lallave marcharía a Filipinas.
Cuando Cabrera se instala en Madrid, fue interesando a algunas personas de la situación de precariedad que el local de cultos en la calle Madera Baja, se encontraba. El mismo arzobispo de Dublín, Lord Plunket, comenzó a interesarse por los reformadores españoles y fue convenciéndose de que era necesario un edificio central en Madrid que incluyese una iglesia, una residencia para el obispo, un centro de formación de estudiantes y escuelas para jóvenes. El local que ahora tenían era inadecuado a pesar de ser ya bastante conocido, pero era estrecho y nada atractivo para los paseantes. Estaba ya viejo, habiendo sido anteriormente una imprenta, y lleno de humedades al estar al lado de unos baños. Al decir de Cabrera, en verano resultaba excesivamente caluroso y en invierno el predicador se quedaba con las manos y los pies entumecidos de frio. El techo tenía goteras y no eran capaces de que el arrendador hiciese las reparaciones debido a la poca renta que cobraba que era de 160 libras al año.
En la revista
Light & Truth: A Record of Church Reformation Work in Spain, Portugal, and Other Parts of Christendom de febrero de 1881, Lord Plunket escribió un artículo solicitando fondos para la compra de un lugar para edificar una iglesia. El solar costó 3000 libras y el siguiente dinero fue saliendo poco a poco con oración y fe, hasta tener el éxito esperado. En primavera de 1881 Plunket hizo su primera visita a España y Portugal, para comprobar con detalle los pormenores de la obra y Cabrera le mostraría que el lugar escogido era el adecuado por su historia. Plunket relata que Cabrera le enseñó uno de los lugares en que hubo “autos de fe” celebrados por la Inquisición no hacía muchos años. En las excavaciones que se estaban realizando, aparecía un espantoso espectáculo, al encontrar capas de ceniza y arena oscura, y los restos calcinados de los mártires que 300 años antes habían muerto fielmente. Fue enseguida cubierto con arena para ocultar el hecho vergonzoso. El gran orador Emilio Castelar hizo referencia a este terrible descubrimiento. Sin embargo Cabrera no pudo conseguir este pedazo de tierra para construir una iglesia al lado de las cenizas de los mártires siendo comprada por otro mejor postor.
La Sociedad para la Evangelización de España y Portugal había contraído deudas que era necesario cubrir, por lo que Plunket y otros amigos interesados en la Obra se emplearon a fondo para recaudar lo necesario para la obra en Madrid. En 1887 se pudo decir que la deuda estaba amortizada y en nombre de la iglesia de Madrid, a través de la revista Light & Truth se hizo un nuevo llamamiento que daría resultados inmediatos. Generosas ofrendas de Sr. CH Bousfield, que ya había hecho tanto por la Iglesia Reformada en España y poco después pequeñas donaciones empezaron entonces a fluir. Se consideró que no sería necesario construir todos los edificios a la vez y se comenzó por las escuelas, después la casa del pastor y finalmente la iglesia. Los planos fueron elaborados por un eminente arquitecto de Madrid y la revista “
El Cristiano” informaba: “El 19 de marzo de 1891 hemos tenido el gran placer de estar presentes en la colocación de la primera piedra de una iglesia evangélica hermosa, que la congregación del Redentor de la calle Madera Baja se va a construir en Madrid. La ceremonia fue muy sencilla, con pocas personas importantes presentes, ya que no se había querido dar pretexto a nuestros adversarios de haber trasgredido el artículo de la Constitución que prohíbe las manifestaciones públicas por parte de la iglesia disidente. Los protestantes tratan de dar ejemplo respecto a la ley… Reunidos un pequeño grupo, encabezado por el obispo electo, alrededor de la piedra que se iba a colocar, se dieron gracias a Dios, en primer lugar por permitir a los creyentes en el Evangelio puro, el privilegio de ver el comienzo de la obra… Inmediatamente después, una botella que contenía dentro el registro de esta ceremonia se colocó en el hueco, y el pastor de calle La Madera y algunos miembros de su sacristía, con otros pastores, ayudaron en la colocación de la piedra, todos con la esperanza de que el año no se terminaría sin que se escuchasen las oraciones y alabanzas del Evangelio en el lugar, y que la buena noticia de salvación por gracia pueda ser predicada”.
En los planos aparecía la estancia dividida en tres partes: en el centro la iglesia con arquitectura del siglo XVI, en uno de los laterales, la casa rectoral y el instituto para los estudiantes y en el otro, las escuelas, biblioteca, sala de reuniones para el sínodo. Todo se veía rodeado de dos grandes patios por los que entraba luz natural a la iglesia y las escuelas. Sin embargo este edificio no era tanto el valor arquitectónico sino lo que representaba para el protestantismo español. Uno de los invitados a la colocación de la primera piedra pondría un artículo editorial en “
El Eco Nacional” que titulaba “La Era”. "El triunfo de la libertad de conciencia –decía- se ha convertido por fin en un hecho claramente definido en nuestro país. En la tarde del 19 de marzo nos invitaron amablemente a asistir a la solemne ceremonia de colocación de la primera piedra de un edificio que la Congregación evangélica o protestante está a punto de levantar en la calle de la Beneficencia. Por primera vez en la capital de España, en la capital de la nación llamada por antífrasis, católica, de la nación que hasta hace muy poco ha sido uno de los más firmes baluartes de todos los principios intransigentes e intolerantes. Por primera vez, después de siglos de persecuciones horribles, sacrificios, andamios, sogas y sambenitos, los ministros y creyentes de una religión no conformista se reunieron, de forma abierta, en plena luz del día, a pesar de profesar una fe religiosa y enseñanza que no son tradicionales en España, para poner la primera piedra de un nuevo templo, que después de todo se les permite elevar libremente al Dios de sus conciencias emancipadas. Esta ceremonia llevada a cabo en pleno día, y sin embargo, sin hacer que el mundo tiemble, o el universo tiemble, los medios, repetimos, en nuestro país - una vez el país de Arbués y Torquemada - triunfa la libertad de conciencia, la consagración solemne de la tolerancia religiosa. Una libertad y tolerancia que de hecho puede parecer a algunos personajes pendenciera y atrabiliaria, una clara muestra de la decadencia y la desintegración en cuanto a la fe de nuestros antepasados, pero que a las almas bien templadas y religiosas realmente no puede significar otra cosa que una victoria real del verdadero espíritu del cristianismo, reavivada por la humanización de las ideas introducidas a través del funcionamiento de la civilización en nuestra época”.
Terminaba el articulista entusiasmado, como abstrayéndose de una intolerante realidad que cruelmente negaba los hechos en la práctica diaria: "¡Qué hermoso contraste ¡Qué magnífico cuadro de amor y tolerancia. Ayer, el hereje era quemado; hoy día se reza con él. Ayer era odiado; hoy día su mano se toma con amabilidad. Ayer era maldito; hoy día es la bendición. ¡Gloria al progreso! Las fronteras religiosas han desaparecido ".!.
El 27 de septiembre de 1891 parte del edificio estaba listo y se decidió acabar con los cultos en Madera Baja y pasarlos al nuevo edificio. El momento era solemne por cuanto se recordaban las voces que desde el púlpito habían predicado en Madera Baja como las de Ruet, Carrasco, Astray, Alonso, Castro, Cruellas o Cabrera, muchos de ellos fallecidos. Cabrera en su último sermón en este lugar, recordó a quienes habiendo escuchado y aceptado el Evangelio por veintidós años, a los jóvenes que habían sido bautizados y educados allí y allí se habían casado y algunos “no pocos que habían ido a estar con Jesús”. Sin embargo nadie lamentaba abandonar aquel lugar porque el nuevo edificio traería bendiciones frescas y esperanzas renovadas.
Cuando pasaron al nuevo edificio la iglesia no estaba construida y los cultos se celebraban en lo que es hoy el Aula del Sínodo, una habitación cómoda y preparada para una ocupación temporal.
En noviembre de 1892 se notificó a la Sociedad en Londres que el edificio de la iglesia estaba terminado y listo para la apertura, por lo que Lord Plunket decidió visitar Madrid para la consagración del templo. Allí se encontraron una larga lista de nombres entregados a la evangelización de España. Con el Rev. Noyes se había reunido una comitiva compuesta por P. Jacinto Loyson, el conde Enrico Campobello, el Rev. Ugo Janni (San Remo) Sr. y Srª. W. McCall y el Sr. Smith, ingeniero de Oporto. Con Lord Plunket estaba el obispo de Clogher, el Rev, Juan Bautista Cabrera, Meyrick Canon, y el Rev. A. Robertson (Venecia). La reunión de consagración también tenía otros encuentros como las iglesias de Villaescusa, Salamanca y Valladolid, junto a los 400 miembros de la antigua iglesia. Se confirmaron 40 jóvenes y solo de Salamanca había 125 creyentes, otros 120 de Valladolid. Después del culto de consagración del templo se reunió el Sínodo de la Iglesia Reformada.
El Sínodo lo presidió el obispo electo Cabrera, en el Aula Nueva del Sínodo, que había sido acomodada y decorada con copias de famosos cuadros de Ribera con los doce apóstoles, pintados por la hija de Juan Bautista Cabrera, Rosa Cabrera de Iborra
(ii) . Se reunieron veintiséis pastores y delegados de diferentes partes de España, estando presentes Lord Plunket y el obispo de Clogher Después de los discursos de rigor y otro de P. Jacinto recibido con entusiasmo, se refirieron a las dificultades en la apertura que el Ayuntamiento no concedía. Estas dificultades eran bien conocidas entonces y eran debidas a que en la fachada aparecía una cruz y el texto: “Cristo Redentor Eterno”. Pero no solamente no concedía permiso de apertura, sino que nadie podía entrar ni salir del edificio, no pudiendo nadie visitar al Rev. Cabrera, de manera que algunos como el arzobispo de Dublin Lord Plunket, el obispo de Clogher y Canon Meurick quedaron atrapados y cuasi prisioneros en casa de Cabrera. Tendría que intervenir el embajador británico para sacarles de allí, puesto que habían sido violados todos los derechos de la propiedad privada.
Esta estrategia de cerrar los locales y también la iglesia de calle Beneficencia para no ordenar obispo a Cabrera, parecía que la Inquisición volvía de nuevo, pero enseguida decidieron que la ordenación prevista para ese día de Daniel Regaliza, se haría en otro lugar prestado, el cual fue ofrecido por Jameson. En la calle Leganitos, se volvió a reunir la congregación con unas 200 personas. Allí estaban los extranjeros ya citados y también Francisco Palomares, J. Vila, J. Riall. Emilio Martínez. Valentín Baquero, Daniel Regaliza. Regaliza fue ordenado como pastor de Villaescusa y el acto sirvió para que se enterase Emilio Castelar de la violación de derechos a los protestantes, sacando en “EL Globo”, revista liberal, un artículo editorial que decía entre otras cosas : “Es vergonzoso que el arzobispo de Dublín debe regresar a su país, y dar testimonio de las reglas intolerantes de aquí. Pero es, sobre todo, injusto e ilegal hacer caso omiso de un derecho sagrado de los protestantes de invocar su libertad para celebrar sus servicios religiosos bajo el amparo de la Constitución ".
Termina Noyes este capítulo dedicado a Madrid: “Así, la consagración de la iglesia fue pospuesta. Grande fue la decepción de los reformadores, y sin embargo, había algo para animarlos. Los hechos anteriormente relacionados llamaron la atención del público hacia su trabajo, y, sin duda, estimularon en gran medida su progreso. Durante casi doce meses, la dedicación se retrasó innecesariamente, pero llegó el día en que no sólo era su iglesia consagrada, sino también su obispo, sin ser molestado”, Y termina: “La iglesia y el sitio está siendo transferido a una compañía formada en Londres, con el poder de mantener la propiedad en España para el uso de la Iglesia Reformada”. Este ha sido el medio por el que muchas de nuestras iglesias han sido salvadas entonces y después en la Guerra Civil española al estar a nombre de compañías extranjeras y no poder ser expropiados los locales de culto.
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(i) Llama la atención esta frase de que la “intolerancia desapareció de España” cuando todos los días sufrían agresiones, incomodidades, pérdidas de puestos de trabajo, los hijos despreciados, los enfermos ultrajados en los hospitales, etc etc. pero sentían un alivio institucional pudiendo acudir a las leyes de libertad religiosa.
(ii) Rosa Cabrera Latorre se había casado con Lino Casimiro Iborra, quien llegó rápidamente a hacerse destacar por su gran labor artística con cuadros de animales y de tipos montañeses, que interpretaba con un acierto extraordinario. Ocupó la Cátedra de Dibujo en la Escuela de Artes y Oficios, de Madrid.
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