A últimos del XIX, la BFBS mostraba una postura muy activa y combativa, como lo demuestran los escritos de Lucio Abeledo, un converso de origen español, que desarrolló su "campaña anticlerical" entre 1882 y 1904 en varias ciudades del interior y en Buenos Aires, además de un breve paso por Bolivia.
No contento con sólo repartir Biblias, Abeledo polemizó en los periódicos locales con aquellos distinguidos vecinos o sacerdotes que se atrevieron a enfrentarlo o a poner objeciones al cumplimiento de su tarea
(i). El propio Abeledo reunió una selección de aquellas polémicas con relatos de sus viajes en el volumen
Campaña Anticlerical, (La Plata: La Nueva, 1909) En 1887 la iglesia metodista en Paraná era pastoreada por Lucio Abeledo.
El debate y las campañas emprendidas giraban en torno a relación Iglesia-Estado, que estaba presente en todos los círculos y fomentaba la laicización del espacio público enfrentando a
los protestantes que intentaban ganar un espacio. “Un ejemplo claro de este tipo de situaciones –dice Paula Seiguer- es el de los enfrentamientos que mantuvo un converso y activo misionero metodista, Lucio Abeledo, en Paraná en 1885 respecto del derecho de los pastores protestantes a visitar a sus fieles hospitalizados y a predicar dentro del hospital, que era administrado por la Sociedad de Beneficencia local. En este contexto, Abeledo argumentó en un periódico local:
"Nosotros preguntamos, señor Director, el hospital de Paraná ¿es católico y solo para católicos o es un establecimiento público y del pueblo? En este supuesto tiene tanto derecho de estar allí un protestante como un católico, como un judío y también tiene derecho a que se le respete su conciencia. [ ... ] Nosotros no negaremos competencia a los así llamados
católicos para administrar sus propios intereses; pero sí, se la negamos terminantemente para administrar los intereses que pertenecen al pueblo, que es de muy distintas creencias religiosas y aún de muchos que no tienen ninguna; pero que debemos respetar”
El argumento rescataba la imagen del Estado como representante de la soberanía de un Pueblo que era concebido como diverso en materia religiosa, y por ende de un Estado prescindente en cuestiones de fe, que pertenecían a la esfera privada y no a la pública: "siendo la religión puramente del dominio de la conciencia, Dios ha querido que la autoridad humana ejerza independientemente sus funciones para garantizar el libre ejercicio de la libertad de todos los ciudadanos”.
Desde el punto de vista protestante, la libertad de culto debía convertir lógicamente al Estado en un guardián de la laicización de cualquier espacio vinculado con él. Esta perspectiva elegía en general ignorar que la Constitución consagraba también la preeminencia del catolicismo como religión sostenida por el Estado y el debate en tomo del sentido exacto de las fórmulas constitucionales que por entonces estaba a la orden del día. Hacía además de la necesidad virtud: pregonaba la superioridad del Estado frente a toda autoridad religiosa a la espera de que el crecimiento de la autoridad estatal actuaría como protección de los protestantes en su búsqueda por superar sus límites tradicionales de acción.
Los metodistas no solamente hacían conversos en zonas urbanas, a plena vista de los representantes de la Iglesia Católica, sino que se anunciaban al llegar: es sintomático el volumen ya citado de Lucio Abeledo. Este misionero se dedicó a recorrer la Argentina iniciando congregaciones metodistas en distintas localidades del interior. Su estrategia consistía en mudarse a un pueblo nuevo cada 4 ó 5 años, ubicar algún diario local de tendencias liberales dispuesto a antagonizar al cura del pueblo y desde sus páginas retar al mismo a un debate público. En caso de que el sacerdote se mostrara renuente o recurriera a las autoridades civiles o policiales para intentar limitar las actividades del misionero éste recurría a la denuncia en términos tan provocativos como fuese posible. El objetivo final era el de sacudir el
statu quo local, generar simpatías a través de demostrar la persecución de que era objeto o los manejos "turbios" o "embrutecedores" de la Iglesia Católica, y esperar que todo esto llevara a la creación de una Iglesia Metodista local que a los pocos años pudiera ser dejada en manos de algún converso vuelto predicador laico, o de algún pastor llegado desde Buenos Aires.
Abeledo era un agitador. Pero su modo de actuar no era más que parte de las estrategias habitualmente desarrolladas por estos protestantes. También en Buenos Aires los líderes del metodismo buscaban ocasiones para sostener debates públicos con sacerdotes conocidos y cuando no lo lograban recurrían a la invectiva sostenida desde
El Estandarte, hasta que algún órgano de la Iglesia Católica (en general
La Unión o
La Voz de la Iglesia) recogía el guante, momento en el cual el diálogo entre las dos publicaciones era publicitado ampliamente.
Algo similar sucedía con cualquier denuncia que estos periódicos hicieran de la actividad proselitista protestante: la nota era recogida y reproducida triunfalmente, como signo del éxito de los misioneros, y los lectores eran aleccionados sobre la necesidad de continuar con la tarea evangelizadora en términos guerreros: en ese sentido resulta ilustrativa la reacción de
El Estandarte Evangélico cuando
La Unión denunció en 1883 los servicios protestantes que se llevaban a cabo en un conventillo del centro y reclamó la presencia policial por los disturbios que producían los "negros y mulatos" que a ellos asistían. El Estandarte se regocijó en primera plana de "los chillidos de la serpiente moribunda, que ha perdido las fuerzas y el veneno mortífero, con que emponzoñaba las sociedades y sacudía los imperios" y llamó "en nombre del Señor" a sus lectores "hijos de la luz" a la brecha, a no permitir que "los esbirros del papa" entraran en la familia para corromperla” (Paula Seiguer O.C.).
Nuestro conocimiento de la iglesia católica en España respecto a las agitaciones y debates siempre ha sido a la inversa en la mayoría de los casos. Cualquier acción protestante siempre era controlada, atacada y perseguida. Nuestro comportamiento sería defendernos y no reusar la defensa de nuestra fe, pero nunca una estrategia premeditada y estudiada como describe esta autora sobre Lucio Abeledo.
En 1880 visitaba la región de Buenos Aires el pastor español,
Joaquín Domínguez perteneciente a la iglesia Presbiteriana y en 1889 quedó organizada la iglesia bajo su dirección.
En 1890, otro vendedor de Biblias, el español
Venancio Aguirre que luego sería pastor metodista llegó a San Juan y su siembra echó raíces. El 16 de abril de 1907 aparece en el diario Entre Ríos y en Colón, la noticia de “haberse hecho cargo de templo evangelista de esta localidad el pastor señor Venancio Aguirre, de nacionalidad española. Sus predicaciones sobre temas religiosos –decía la noticia-están hechos con lucidez y buena verbosidad, causando la mejor impresión en el auditorio”. El vendedor de Biblias, para llegar a ser pastor tuvo que cursar estudios de al menos tres años, apareciendo entre los alumnos de la Iglesia metodista Episcopal de Argentina, junto a
Ignacio Poza y Merino.
La iglesia Metodista Argentina el 1 de mayo de 1896 bajo el pastorado del español
Juan Robles, que comenzó sus actividades en la calle Catamarca 980 (en una propiedad alquilada). Luego se fueron desarrollando sus actividades en distintas partes, siendo toda la obra en castellano. Un caso único en la Argentina es que durante un tiempo hubo en Rosario una congregación metodista de habla alemana. Juan Robles para el teólogo Míguez Bonino es portador de una “cristología soteriológica” típica del Rio de la Plata al mantener la evangelización como una de las tareas misioneras prioritarias retomando esta teología que ensalzaba lo cristológico en el marco de la doctrina de la salvación. “Creer en la Cruz,-dirá Robles en El Evangelista de 26 de Abril de 1884, - es creer que Jesucristo ha muerto sobre una cruz. El Justo, por nosotros injustos; es creer que, por su muerte expiatoria, ha borrado realmente nuestros pecados, pagado toda nuestra deuda con Dios; en una palabra: es creer que nos ha salvado, perfectamente salvado, y salvado para siempre...
El metodismo asumió un anticatolicismo militante pues sus ministros entendían que:
…la misión del cristiano, no es, únicamente exponer las doctrinas de Cristo, sino también poner de manifiesto las falsedades, los abusos y las arbitrariedades de los falsarios que toman el sacrosanto nombre de Cristo para engañar y explotar al público.
El punto clave de la acusación se afirmaba que:
El Romanismo hace depender la salvación del hombre de las propias fuerzas del hombre. Pretende nada menos que cualquiera puede por medio del dinero ganar el cielo. Que el hombre por sus obras obliga a Dios a que le perdone, y otros absurdos por el estilo.
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(i)¿Son los anglicanos argentinos? Un primer debate sobre la evangelización protestante y la nación Paula Seiguer. Rev. Esc. Hist. no.5 Salta ene./dic. 2006
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