Es evidente que a pesar de las dificultades por la fuerte oposición del catolicismo Vallespinosa obtuvo apoyo implícito de la disidencia revolucionaria, teniendo amistad con radicales anticlericales o dirigentes republicanos como Rafael Boet, Frederic Jordán o Celso Gomis que en agradecimiento a su ayuda desinteresada en establecer una Biblioteca Popular, situada en calle Robador, sería nombrado socio honorario de aquella entidad.
Tendría amistad con los periodistas Joaquín Arrufat, director de “El Libre Pensador” semanario de tendencia librepensadora según su título, y Josep Surroca, director de “La Alianza de los Pueblos”, republicano. Mantenía la amistad desde su exilio en Gibraltar, con el general
Blas Pierrad a quien visitó una vez en Tarragona cuando fue detenido a raíz de la sublevación de septiembre y octubre de 1869.
Conoció a
Josep Maria Nin que había sido director de
“El Eco de la Actualidad” quien se declaraba favorable a la libertad religiosa cuando Ruet fue detenido al querer formar una congregación evangélica en Barcelona.
Mantuvo distancia sin embargo Vallespinosa con los espiritistas de los cuales decía: “Conocí a muchos de ellos, y siempre que me hablaron de sus creencias, me mostré incrédulo. Diéronme libros y tratados para leer, y los leí, observando que todos los pasajes de la Biblia que hablaban del espíritu, los interpretaban a favor suyo. Esto nada seria si no creyeran en la visión de los espíritus, frase en sí contradictoria, puesto que desde el momento que es un espíritu ya es invisible. Y lo mas extraño de ellos es que los tales espíritus solo pueden verse en la oscuridad”.
Aunque Vallespinosa fue de los primeros en llegar y establecerse en Barcelona, mantendría contactos con otros misioneros como el ya citado William T. Brown, representante de la Wesleyan Methodist Missionary Society, con quien había colaborado en Londres y que tenía la intención de fundar una misión metodista en un local situada en Plaza del Palau. Anunció en los periódicos los cultos y las reuniones especiales, pero tenía un grave problema según dice Vallespinosa: “Como leía y pronunciaba pésimamente el español, su culto resultaba desagradable para los concurrentes, que solo eran cuatro o cinco curiosos”.
Por falta de asistentes a sus reuniones cerró el local e intentó establecer una escuela dirigida a niños de clase obrera situándola en la calle Embajadores. Escuela esta que llegó a tener una asistencia diaria de 314 alumnos en 1871, por haber contratado maestros autóctonos para la enseñanza, mientras Mr. Brown se dedicaba a tareas de administración y supervisión. La iglesia en este lugar no pasó de un solo miembro y ocho catecúmenos. Aunque la relación con Vallespinosa fue distante no por ello dejaron de colaborar en la adaptación de himnos ingleses a versión española que eran cantado en la congregación de Vallespinosa.
Un reverendo anglicano llamado
Mr. Haussman también se había establecido en la ciudad, siendo conocido de Vallespinosa desde la última estancia en Gibraltar y que tenía el objeto de atender las necesidades espirituales de la comunidad anglicana. Había adquirido un local para las reuniones en calle Nou de la Rambla y tenía una asistencia de treinta files ingleses, pero con este misionero no parece haber tenido ninguna relación Villaespinosa.
Si se relacionaría amigablemente con
Alejandro L. Empaytaz, misionero suizo, que sabía español y lo hablaba con facilidad, siendo la admiración de sus oyentes, a diferencia de Mr. Brown. Empaytaz quería cubrir las necesidades religiosas de la comunidad francófona y meses después de su llegada a Barcelona, adquirió un local de reuniones situado en Santo Domingo y misionó entre los autóctonos pero dice Vallespinosa que no contaba con muchos fieles como era de esperar por miedo a su condición de extranjero y miedo a no poder hablar el catalán.
Una relación más cordial y también interesada fue conGeorge Lawrence, misionero ingles al servicio de la
National Bible Socicty ot'Scolland, dedicado a la distribución de literatura evangélica quien se “hizo fabricar un coche cuyas ventanas se abrían y quedaba transformado en una tienda (...) la primera vez que salió el coche a la calle creo que fue por la fiesta del Corpus. Seis eran los que distribuían gratis librillos y tratados. mientras el coche iba despacio alrededor de la Rambla, no pudiendo abastecer al público, que con impaciencia se echaba sobre el vehículo para obtenerlos. Después de este paseo, hizo dos o tres mas por los alrededores de Barcelona con el mismo objeto, pero pronto se concluyeron las excursiones, y cochero y caballos tuvieron que permanecer ociosos en su casa”. A esta iniciativa frustrada, le siguió la apertura de una librería religiosa en la calle Escudellers, que regentaba Augusto Denuc, uno de los administradores de “El Eco protestante”. Instalaría Lawrence una tienda de campaña en medio de la plaza de San Jaime, en la feria de Santo Tomás Apóstol donde se distribuía literatura evangélica pese a “que el clero se irritó y muchos de sus secuaces se reunieron y alborotaron aquella parte de la feria".
Villaespinosa tendría una relación estrecha con Lawrence fundamentalmente por las dificultades económicas que este arrastraba desde la muerte de Alexander Dallas, su provisor constante, que dirigía la
Irish Church Misiones to the Roman Catholics y era rector de
Wonston. Su muerte apareció anunciada en
“El Eco protestante” a mediados de enero de 1870 y con su muerte también fueron suspendidos los gastos de manutención de Vallespinosa el cual tuvo que buscarse otro valedor. Este no llegaría hasta bastante tiempo después de la mano de George Lawrence que estaba dispuesto a admitirlo en su misión metodista. Mientras esperaba y hacía gestiones, no solo desapareció el semanal
“El Eco protestante” sino que hubo una merma en la asistencia a los cultos. Según declaraciones de Francisco Dasca en diligencias instruidas contra Vallespinosa el 18 de marzo de 1870, preguntado si supo que asistían muchas personas en la referida capilla dijo:
“Que unos dos o tres meses atrás, estuvieron en esta capital unos hombres de Valls, conocidos del respondiente, los cuales, después lo pusieron en conocimiento del declarante, manifestándole que no habían visto en la función mas que cuatro, seis u ocho mujeres de mala calaña y criaturas, añadiendo que habían ido allí por mera curiosidad”.
También ocurriría que los colaboradores de Villaespinosa le irían abandonando integrándose en el grupo de Lawrence o quizás él mismo lo provocase al ver que no podía pagarles sus trabajos y la falta de ellos como era el caso de
Augusto Denuc, administrador de
“El Eco protestante” que había cerrado. Denuc pasaría a regentar la librería de Lawrence en calle Escudellers, los maestros de escuela Ángel Redondo y Carmen Tuesta pasarían a ejercer la enseñanza en otra escuela evangélica, calle del Tigre que regentaba
Albert Fenn[i], misionero inglés subordinado de Lawrence. El maestro escuela de la Barceloneta, Josep Agustí Forner continuó en el mismo lugar, si bien ahora dependía económicamente de Lawrence. Dos miembros de la congregación de Vallespinosa Cecelio García Álvarez y Pedro Llteras del Maral, invidentes ambos, se dedicarían a la venta ambulante de literatura religiosa por las calle de Barcelona también supervisados por Lawrence. El mismo primo de Vallespinosa hará lo mismo dedicándose a la venta de literatura religiosa que distribuía por varias localidades de Cataluña, dependiente también de Lawrence. Da pues la impresión que no fue tanto el querer desmantelar la misión anterior, la cual no previno las consecuencias de unas instituciones en marcha, sino que la necesidad de predicar el Evangelio estaba ligada a la necesidad de subsistir mediante el sueldo de sus trabajos como maestros o evangelistas. Cuando Lawrence admite en su misión a Vallespinosa, este tendrá que reconocer la novedad de los métodos de enseñanza del metodismo “cuya enseñanza en esta nueva escuela –dice- era mas perfecta que la que se daba antes en en la mía, pues además de instrucción primaria se ensenaba francés, inglés, taquigrafía y dibujo, cuyas asignaturas se ignoraban en muchas escuelas de Barcelona por aquel entonces”.
[i]Albert R. Fenn: Reminiscences of Life and Work in England and Spain. Charlotte Backwell Fenn Colaborador Echoes of Service Editor Office of Echoes of Service, 1902 N.º de páginas136
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