Vimos la pasada semana la Acción católica y el apostolado de la prensa. El tejido asociativo católico de la España contemporánea se completa con las colecciones y bibliotecas católicas selectas; y la propaganda de las órdenes religiosas.
COLECCIONES Y BIBLIOTECAS CATÓLICAS SELECTAS
Dice Isidro Sánchez
[i] que “son muchísimas las colecciones que se editaron desde planteamientos diferentes, con formatos diversos y resultados dispares buscando la defensa de las posiciones de la iglesia española”.
Una de las primeras fue la
Biblioteca Católica que se publicó en Barcelona por los años de 1844-1846 apareciendo 19 volúmenes bajo la dirección de J. Roca y Carnet y J. Rubio”. Esta colección se presentaba como selección de las mejores obras de religión y moral, útiles a toda clase de personas.
De 1845-1847 salió la
Biblioteca eclesiástica y la
Biblioteca Católica Popular. En 1852 la BAC o
Biblioteca de Autores Cristianos. Por estas mismas fechas aparecen la
Biblioteca del Católico, la Biblioteca de las almas piadosas y cristianas, Colección de vidas, Biblioteca Católica de España y muchas más que llenarían varias páginas.
La calidad de algunas bibliotecas está contrastada pero en general las bibliotecas católicas fueron adquiriendo prestigio y una divulgación sorprendente. En este caso eran autores en su mayoría seglares ya que las órdenes religiosas comenzarían su labor editorial aparte.
PROPAGANDA DE LAS ÓRDENES RELIGIOSAS.
Las órdenes religiosas se sumaron también a la tarea editorial con fines propagandísticos publicando folletos, almanaques, hojas, carteles y además casi siempre una revista en la que se anunciaban los libros.
Se destacan el
Mensajero del Corazón de Jesús, editorial sostenida por el Apostolado de la Oración,
Razón y fe de autores jesuitas, la Editorial de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el Corazón de María que imprimió libros por los años 50 del siglo XIX y con el nombre de Editorial de los Padres misioneros Hijos del Corazón de María a partir de 1912 y hasta 1929 tenían publicados la asombrosa cifra de 7000 libros, 20.000 folletos y 800.000 hojas diversas.
Ante estas cifras el protestantismo español nada podía hacer, desde el punto de vista humano, para contrarrestar el poderoso influjo de la propaganda católica con la literatura. Solo el colosal esfuerzo, la tenacidad y las buenas maneras hicieron que la literatura protestante y muy especialmente la Biblia, fueran calando en la sociedad española.
Pero sobre todo era una literatura personalizada. Cada colportor entregaba la porción de las Escrituras o el folleto que mejor venía a quien se le entregaba después de cada conversación mantenida. Según el relato de los colportores siempre que se suscitaba un debate ellos no lo rehuían y con ello provocaban el deseo de conocer más sobre el Evangelio.
No podríamos ni enumerar los nombres de tantos frailes que escribieron en defensa de la “unidad católica” pero a modo de muestra ponemos a
Pedro JoséSalgado Guzmán,Sch.P. (Arganda del Rey (Madrid), 29.IV.1829- Villacarriedo (Cantabria), 15.VI.1866) que en sus cortos años de vida destacó “como sacerdote, cultivó y destacó en la oratoria sagrada, por lo que su nombre era conocido también fuera de las Escuelas Pías, tanto que mereció el reconocimiento de Isabel II, la cual le nombró predicador de la Corte.
Sus responsabilidades le llevaron a leer, y luego a traducir y editar algunos libros de autores extranjeros”
[ii]. Destaca
“Alfredo, o la unidad católica en España (novela traducida), Madrid, 1863;”y
Observaciones, Sobre las cartas dirigidas por Don Emilio Cautelar al Ilmo. Sr. Obispo de Tarazona, Impr. Moliner y Compª,Madrid, 1965.
Uno de los textos que resumen la tesis de Salgado, implorando al miedo, conculcando la ignorancia y recurriendo al sentimiento de la religión de los padres, dice:
Pero basta, basta, hijos míos, no olvidéis así mismo vosotros esta lección, que así como de paso os acabo do dar. No queráis ser como dioses, sabedores del bien y del mal; porque os sucederá lo que á nuestros primeros padres, perderéis vuestra inocencia, y entonces, viéndoos desnudes de la gracia santificante, os avergonzareis, temblareis al escuchar en el fondo de vuestras almas una voz misteriosa que os acusará como inexorable juez. Contentaos con saber el bien, que el bien es el quo os ha de salvar, y el bien es el que ha de hacer vuestra felicidad temporal y eterna.
Si vosotros queréis conservar vuestra fe religiosa, si no queréis que la religión de nuestros padres, que es la única verdadera, y la única consiguientemente en que podemos salvarnos; si no queréis que esta religión santa falte entre vosotros, si queréis que vuestras esposas sean fieles, que vuestros hijos sean piadosos, que en vuestras familias reine la paz santa del Evangelio, arrojad lejos de vosotros esas novelas asquerosas que hacen amar el vicio y aborrecer la virtud, arrojad lejos de vosotros esos tratados impíos en que se atacan las verdades divinas del Catolicismo, se hace burla de sus piadosas prácticas y se calumnia a sus ministros. Fortaleced vuestro espíritu, y el de vuestros hijos con lecturas aprobadas por la autoridad eclesiástica; leed, sí, la Biblia, pero la Biblia interpretada según el sentido de la Iglesia, de los Santos Padres y de los Doctores verdaderamente católicos.
[i]Clericalismo y asociacionismo católico en España: de la restauración a la transición : un siglo entre el palio y el consiliario Alfonso Botti Editor Univ de Castilla La Mancha, 2005. Pág. 66
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