Varios libros aparecen en la línea anticlerical a primeros del siglo XIX. Sus autores representan al discurso político y religioso reformista y a favor de la libertad religiosa en unos casos y en otras radical y anticlerical.
Pablo Olavide publica en Valencia
El Evangelio en triunfo o Historia de un Filósofo desengañado(1797-98), uno de los libros más difundidos en Europa y en América y constituyó uno de los mayores éxitos editoriales de la época que trata de la conversión y no deja de recordar el drama escrito por Jovellanos en Sevilla,
El delincuente honrado.".
El
Auto de Logroño de Leandro Fernández de Moratínque se escondía bajo el seudónimo de "El Bachiller Ginés de Posadilla, natural de Yébenes", escribe burlona e inteligentemente sobre la Inquisición:
“Yo lo creo. ¿Qué tribunal ha habido jamás tan piadoso? Él no hacía otra cosa que aprisionar, atormentar, desterrar, confiscar, afrentar, excomulgar, azotar, ahorcar y quemar a los miserables que cogía debajo. Si se le morían en los calabozos, los condenaba en estatua y les quemaba los huesos; y los nombres y apellidos y patria de éstos y de aquéllos los ponía en letras bien gordas a la entrada de las iglesias, para que todo el que supiese leer lo leyese y durase por siglos en las familias que dejaban los efectos de su clemencia clerical. Ni estos debieran llamarse tribunales, sino congregaciones filantrópicas. (Fernández de Moratín, 1846: 617-631),
[i]
Vargas. A tale of Spain(1822),
novela de Blanco White publicada en Londres tres años después de la edición inglesa de Cornelia, toma muchos elementos narrativos (personajes, autor ficticio, conflictos y argumento) del texto de Luis Gutiérrez
Canas amistosas y políticas al rey de España por un apasionado suyo, escritas en 1800 aclara en buena medida el pensamiento del ex-trinitario y pone al descubierto los temas que le preocupan, como son el progreso de su país, la falta de libertad de pensamiento, el ambiente represivo hacia las ideas más avanzadas o los últimos despropósitos del Santo Tribunal.
Luis Gutiérrez vincula los males de la patria con la ineptitud del gobierno, la dañosa preponderancia del clero, el poder terrenal de la Iglesia y la pervivencia de la Inquisición, institución que considera contraria a los valores evangélicos, símbolo del fanatismo y la intolerancia y "uno de los manantiales de los desastres que nos agobian" (Claude Morange, 1990: 371). Luis Gutiérrez se manifiesta en una súplica muy clara que dirige a Carlos IV instándole a que derogue el monstruoso Tribunal de la Inquisición: "Ya es tiempo, Señor, de remediar a estos males; vuestro honor se interesa en ello, la nación lo está pidiendo con vivas ansias, la Europa sabia lo espera, y la posterioridad reconocida os prepara el triunfo. Derrocad, Señor, ese horrendo monstruo que tantos estragos ha cometido y comete en vuestro reino" (Claude Morange, 1990: 382). De manera diáfana nuestro escritor proclama su admiración hacia "las sublimes máximas de la moral evangélica", añora la pureza del cristianismo primitivo y se identifica con aquellos españoles sinceramente católicos que, en su voluntad de renovación espiritual, denuncian las perversiones a las que ha llegado la religión en su tiempo. La apología de las luces, la tolerancia, el librepensamiento y la filosofía son compatibles con "la verdadera religión de Jesucristo" (Claude Morange, 1990: 365).
Pero el demoledor ataque a la Inquisición apareció con
Cornelia Bororquia, una víctima de la Inquisiciónde Luis Gutiérrez
[ii], y
La Inquisición sin máscara o disertación en que se prueban hasta la evidencia los vicios de este Tribunaly la necesidad de que se suprima de Antonio Puig Blanch. En ambas aparece el fantasma de la Inquisición como algo reprobable, una carga demasiado pesada para hombres que se quieren sentir libres. Sin embargo por estas exageraciones noveladas aparecerían los apologistas con las bondades de un Santo Oficio “que solo buscaba el bien de las almas.”
Cornelia Bororquiase editó en Paris de 1801, aunque escrita en castellano y enseguida pasó a formar parte del
Índice de libros prohibidos así como ser traducida al alemán o ser compendiada en forma de coplas de ciego. Su autor, Luis Gutiérrez, era sevillano y había pertenecido a la orden trinitaria que después abandonaría y se establecería en Bayona como redactor de una gaceta destinada a exiliados. Volvería a España entre la gente que acompañó a José Bonaparte y sería apresado y ahorcado aquella misma noche de 9 de abril de 1809 como fraile apóstata. Llorente dirá que es una novela “mal zurcida, muy inmoral y escandalosa, con solo el objeto de hacer odiosa y aborrecible la Inquisición”. Podemos extraer de este juicio de Juan Antonio Llorente el objeto de conseguir desprestigiar la Inquisición, pero dando armas para su defensa y ocultar todo un mundo de crueldades en otros autores católicos.
En la Introducción de esta novela se rebaten las dos ideas apuntadas anteriormente. Dice: “El espíritu religioso es muy útil en las sociedades, pero es muy perjudicial cuando se hermana con él la política: el propio fanatismo no se atrevería a ser perseguidor si no se sirviera de él aquella para sus asuntos y enjuagues; y la historia nos hace ver palpablemente que rara o ninguna vez ha conseguido la política un servicio importante y sólido del espíritu religioso, cuando se ha hermanado con él. La moral de todas las religiones es buena; mas o menos perfecta. Si el cristianismo solo ha dicho:
Haced bien a los que os persiguen, tampoco hay ninguna secta que haya dicho.
Haced a otro lo que no querréis que os hagan a vosotros: todo lo demás debe ser indiferente a los gobiernos, pues lo que mas importa es que al proteger todos los cultos, se mantengan todos ellos recíprocamente, y que ninguno sea osado a dominar algún día al gobierno, después de haber sojuzgado a sus adversarios. El
proselitismo no ha tenido otro origen mas que la paciencia opuesta a la persecución. Así es como se estableció y propagó el cristianismo; y el celo caritativo de los Guaqueros ha persuadido y logrado por el mismo medio la libertad de los negros, que la legislación no ha podido efectuar jamás por sí sola, sino con esfuerzos convulsivos”.
El otro libro, La Inquisición sin máscarase cataloga como de género polémico, en el que se trata de refutar en pública confrontación todo el conflicto del Santo Oficio. Es un lenguaje dialéctico que tiende a demostrar la tesis propia con los mejores argumentos y se emplea a la historia para buscar pruebas. Puig Blanch aparece como el desenmascarador de una Inquisición que ha ocultado sus vicios y ejercido violencia. Natanael Jontob es el seudónimo de
Antonio Puig Blanch. Este había sido novicio en la cartuja barcelonesa de Montealegre. A partir de 1807 se hace cargo de la cátedra de hebreo en los Reales estudios de San Isidoro de Madrid, para aparecer en Cádiz siguiendo de cerca los debates sobre la abolición de la Inquisición y publicando en 1811 la
Inquisición sin máscara. Es la obra de Puig Blanch un trabajo de tres meses sin levantar cabeza, ayudado por unos documentos originales muy útiles para su propósito.
Dirá Menéndez y Pelayo que no le faltan al autor ni ciencia, ni imaginación ni buen estilo, sin embargo lo descalificará por heterodoxo y deseándole fuese inscrito “más que en los anales de la literatura , en los del pugilato” porque a todos los destroza. Parece ser que tenía buenos documentos originales como el proceso de
Olavide y
Macanaz y que no solo el estilo sino también la erudición hacen que esta historia supere a la de Llorente. Usará frases arrefranadas como aquella en que define a la Inquisición como “un santo Cristo, dos candeleros y tres majaderos”. Sin embargo, a pesar de la maravillosa obra de calor y nervio para defender sus convicciones dirá el autor: “Yo sostendré constantemente que ni prueba religiosidad hacer la apología de la Inquisición ni impiedad el impugnarla. En lo demás, por lo que a mí me toca, así en ésta como en cualquier otra materia, llevo por máxima evitar como perniciosos los extremos”.
El sacerdote Juan Antonio Llórente, que conocía bien el Tribunal porque había sido secretario general en el periodo 1789-1801 y más tarde (1809) José Bonaparte le encargaría la custodia de los archivos inquisitoriales, publicó una importante
Memoria histórica sobre cuál ha sido la opinión nacional de España acerca del Tribunal de la Inquisición(Madrid, 1812), que después serviría de embrión para sus
Anales de la Inquisición de España (Madrid, 1812-1813) y su
Histoire critique de l'Inquisition d'Espagne (París, 1817-1818).
LUCILA, o La lectura de la Biblia.Esta obra, que aborda el tema desde aspectos filosóficos, costumbristas, teológicos e incluso a veces políticos, se divide en dos partes: 1ª: Conversaciones sobre la inspiración de la Biblia entre Lucila, el Sr. Cura Fabiano y el Sr. Lasalle; Segunda parte: Correspondencia de 19 cartas sobre la Interpretación de la Biblia entre Lucila, el Sr. Cura Fabiano y el Sr. Mercier. MONOD, Adolfo. Nueva York: Publicado por la Sociedad Americana de Tratados. Sin fecha (finales del XIX ). 336 pp. Tamaño octava.
Publicada en francés en 1841 y traducida al inglés en 1843. Cita esta obra Patrocinio Ríos
[iii] en relación con el protestante gallego Curros Enríquez que recomienda su lectura.En España –dice P. Ríos- debió de editarse a fines del año 1869 o ya en 1870. El hecho de que Curros se lo recomendase “Al padre Juan Manuel Cañellas” hace suponer que Lucila o la lectura de la Biblia contenía un mensaje que a juicio de Curros convenía al estado espiritual del padre Cañellas. Este libro –como dije– relata la historia espiritual de una mujer y aboga por un biblismo y un cristocentrismo muy propios de las iglesias evangélicas. Por ello fue muy utilizado por los protestantes en las tareas misioneras o de evangelización.
[i]Nuevas claves para la lectura de Cornelia Bororquia (1801) Ricardo Rodrigo Mancho; Pilar Pérez Pacheco. Olivar – 2003 – Año 4 Nro. 4
[ii]La venta de libros procedentes del extranjero estaba entonces rigurosamente controlada en España, así que el único recurso posible era despacharlos de contrabando o entregarlos a viajeros españoles que hubieran cruzado la frontera. Fue así como Luis Gutiérrez (1771-1808), gacetillero sevillano, ex fraile ajusticiado por la Junta Central- presenta 31 cartas, escritas entre el 20 de Febrero y el 9 de Junio de cierto año. Trata del rapto de Cornelia por el Arzobispo de Sevilla. Al salvarse ésta, matando a su raptor, la Inquisición la condena a muerte, sin valerle la ayuda de su prometido Vargas ni la confesión del propio arzobispo moribundo. La novela critica, además, el poder temporal, denuncia el absolutismo religioso y recuerda a Choderlos de Laclos.
[iii]Contribución a la biografía de Curros Enríquez: Su relación formal con el Protestantismo en Madrid en 1870. Patrocinio Ríos Sánchez Middlebury College, Madrid
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