A principios del siglo XVI, la doctrina y los textos de Erasmo empiezan a difundirse por toda la Península Ibérica. Más que ningún otro, este país estaba capacitado para una reforma como la europea, por tener en su seno personas como los conversos, la nobleza y una minoría de frailes con deseos de volver a las fuentes del primitivo cristianismo.
No podemos negar que una buena parte de España buscaba reformas y no solo de costumbres, corrigiendo los abusos del clero y órdenes monásticas u obligando a todos los conventuales a observar los votos de castidad, pobreza y obediencia, sino de una vuelta a la espiritualidad evangélica.
También la Universidad de Alcalá introduce cátedras de hebreo y griego y de Biblia dando un vuelco a la crítica filológica. Aparecen los primeros intentos de defensa de la razón frente a la obediencia ciega del creyente, con la consiguiente secularización del cristianismo, hasta entonces protegido por el paraguas de la iglesia como mediadora entre la divinidad y los hombres.
Hubo personas que han subido a los altares del catolicismo pero en cuya predicación se destacaba la centralidad y autoridad del Evangelio. Su espiritualidad es diferente, sus principios diferentes y sus consecuencias también distintas.
El caso de
Juan de Ávila, gran predicador de Andalucía y habitual en los púlpitos de Écija, Alcalá de Guadaira y Lebrija, había causado escándalo y murmuración. Pero como dice Villoslada sus sermones son una luz nueva
[1] que descubre los misterios de la redención y se centra en el Señor Jesucristo. El mismo Ávila en carta a Pedro Guerrero, arzobispo de Granada, le decía: “Menester eran predicadores devotos y celosos para discurrir por el arzobispado para ganar almas que tan perdidas están: ¿más donde los hallaremos? El protestante valenciano Furió Ceriol, en su
Bononia hace ver que en la privilegiada región de Valencia hay pueblos que solo oyen un sermón al año y otras, como máximo, ocho sermones por cuaresma y las fiestas patronales. Pero la predicación evangélica en la región sevillana, además de ser constante y diversificada en las voces de otros predicadores evangélicos, tenía la característica de ser muy didáctica. Se habían editado unas “cartillas” para aprender a leer, con oraciones habituales y unas coplillas que permitían aprender el credo, los sacramentos, etc. Dice Bataillon que esta
cartilla para aprender a leer a los mozos, explicaba las virtudes, los pecados, las potencias del alma, los frutos del Espíritu Santo, todo ello en el mismo plano, sin nada que apelara a la inteligencia o a la conciencia. Los reformadores humanistas debían concebir de manera muy diferente el concepto de “Doctrina”. Ya sabemos cómo, puesto que Juan de Valdés había mostrado el camino, en 1529, con “
Diálogo de doctrina” publicado en Alcalá...A Constantino Ponce de la Fuente estaba reservada la tarea de rehacer la exposición dialogada del cristianismo esencial y él la llevó a cabo con una habilidad superior en la presentación de los temas fundamentales...(Bataillon, 1995, pág. 535)
No será esta forma protestante de la predicación sevillana la que levantó sospechas a la Inquisición, sino que este movimiento estaba adquiriendo tintes iluministas y místicos y fue juzgado casi tan peligroso como el movimiento luterano (Bataillon, 1995, pág. 545) Pero, aunque en el
Audi Filia de Ávila se expongan sentimientos elevados en busca de una espiritualidad mística, sin embargo tiene el regusto del texto bíblico, salido de los versos del rey David y asentado en la sabiduría de toda la Biblia. Es fina sutileza sobre el obrar de la fe, la que hallamos en el
Audi Filia cuando dice: “aunque no hubiese infierno que amenazase, ni paraíso que convidase, ni mandamiento que constriñese, obraría el justo por solo el amor de Dios lo que obra”.
Fray Luis de León, es el verdadero maestro de la Escritura.
Losnombres de Cristo desentrañan la esencia de la Biblia y en un alarde de erudición teológica concentran los textos reveladores de las figuras de Cristo en los lugares menos recorridos. Se le llama místico a fray Luis, pero ¿dónde están los otros caminos o vías que no sean los bíblicos? Fray Luis acepta al Dios que se revela, no busca sentirle por estados ascéticos, porque Dios está en todas partes. Está en el trueno, en el viento, en el fuego y en las tempestades pero no es trueno, vi viento ni fuego, sino que se acerca a cada uno de nosotros cuando buscamos su rostro. Como otros muchos, fray Luis es de descendencia conversa judía. Sus libros son comentarios bíblicos y por tanto peligrosos para los guardianes de la fe, pero fray Luis sabrá agachar la cabeza y huir del mundanal ruido.
Llama la atención, sin embargo, que viviendo fray Luis en este siglo tan reivindicativo del espíritu de Cristo y San Pablo y el conocimiento de las Escrituras, tenga tantas precauciones frente la iglesia Romana. Si el intimismo religioso convenía en España a los conversos, la burguesía culta y el clero humanista, esto se cumpliría a la perfección en fray Luis. Sin embargo, estos aspectos sociológicos conducían forzosamente también a considerar una reforma interior de la iglesia, especialmente de su jerarquía, y esto no se manifestó en el sumiso fray Luis, quien parece cuestionar solo asuntos teológicos menores nacidos de Trento.
[1] No olvidemos que Ávila predica en los mismos lugares que Rodrigo de Valer, González Camacho y fray Domingo de Valtanás, todos acusados de luteranismo y agitadores del pueblo, pero con palabras nuevas de salvación.
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