Esta sería en parte la causa por la que tantas veces lucharon por limitar los poderes de la Inquisición y hasta intentaron suprimirla.
En vísperas de 1492 se creía liquidado el problema judío. Sometidos y vejados, los judíos habían sido expulsados unos o convertidos al cristianismo por la fuerza, en la mayoría de los casos, los otros.
La pluralidad étnica-religiosa-cultural de la sociedad hispánica se reducía al triunfo de los cristianos, reduciendo la historia de España a una realidad ficticia y virtual que no se correspondía con lo que Américo Castro[1]llama la inextricable contextura cristiano-islámico-judía. El problema de la unidad nacional ha forzado ese principio de tolerancia religiosa que, aunque no era flor del Medioevo, si existía en España, aunque hubiese recelos de los cristianos viejos. Después de la expulsión de los judíos en 1492, los que quedan en España son los llamados “conversos” o como los llama Caro Baroja “convertidos”
[2] y cuyas actitudes íntimas las clasifica así: 1.- Cristianos auténticos. 2.- Heterodoxos en el seno del cristianismo. 3.- Talmudistas. 4.- Incrédulos. 5.- Vacilantes, que serían los más numerosos a la hora de plantear su religión.
Además, tenemos que añadir, que en el proceso de diferenciación de los cristianos viejos con los “conversos, confesos o marranos”, los Estatutos de limpieza de sangre, que limitaban varios derechos personales, hacían más grande el abismo segregacionista[3]. Las revueltas habidas contra el Estatuto no hacían más que agravar y justificar doctrinalmente la “limpieza de sangre” porque los judíos usaban sus cargos para causar agravios a los cristianos viejos. Pero lo que destaca Américo Castroes el perjuicio provocado en España por esta política anti judía en beneficio del catolicismo Romano. Dirá Castro: “la unidad de España, las empresas transatlánticas, los triunfos napolitanos, la conquista de Oran, el haber puesto término a la anarquía de la nobleza, nada de eso figura en la hoja de servicios de los excelsos soberanos. Lo únicamente destacado es el hecho de que una casta de españoles había hundido a las otras dos.”
La presencia de los judíos en España desde el establecimiento de las escuelas rabínicas en Córdoba hasta 1492 supone unos cinco siglos y medio de cultura y espiritualidad judía.José Rodríguez de Castroquien consagró el primer capítulo de su “Biblioteca española” (1781) a la literatura rabínica casi desconocida hasta entonces, nos informa que los judíos españoles habían historiado en nueve edades su presencia en el impero cristiano. Pero en todos los ámbitos de la cultura y de la espiritualidad se desconoce la presencia hebrea y rabínica. Sobre todo porque su sabiduría y espiritualismo nacen de textos bíblicos que siempre les acompañaron: “No se quitara este Libro de la Ley de día ni de noche” del salmo primero de David. La Bibliales impulsó para su estudio en tierra extraña, conservar sus tradiciones y mantener el hilo de la historia, señalará Amador de los Ríos
[4]. Después será la invención de la imprenta uno de los instrumentos para extender su cultura, estableciendo imprentas en las principales ciudades de España y llevados por el viento de su desgracia, siguiendo el espíritu de la especulación de los alemanes, lograron volver a figurar entre la industria y la cultura de los pueblos, muy especialmente en las ciudades del norte del imperio: Amberes, Ámsterdam y Bruselas. En España y Portugal eran conocidos de nuevo por su exactitud en los contratos, extremada afabilidad e ideales nacidos del estudio de la Biblia.
Ámsterdam vino a ser el centro del judaísmo, el puerto de salvación de todo perseguido por la Inquisición española y de todo judío venido a menos por las desgracias de la vida errante.Las producciones propias del cultivo de las ciencias y las letras durante la primera mitad del XVI apenas hay mención debido a su itinerancia y persecución. Sin embargo poco a poco fueron haciéndose un sitio en el lugar que les acogió.
Serían los conversos de Amberes, Lovaina y Ámsterdam los que más apoyaron la Reforma protestante en España.La Bibliade Ferrara todavía expresaba en perfecto castellano el sentir hebreo aunque esta ya había sido publicada en 1353(año judío 5313) y a ella acudirían los traductores y reformistas españoles. Los arcaísmos y el aire de antigüedad serían sustituidos por un léxico más del Siglo de Oro, pero serían conversos protestantes españoles los que lo hicieron. Aunque apenas hubo producción propia, decíamos antes, sobresale la obra de Samuel Usque “
Consolación de Israel” cuyo propósito era mitigar las penas del destierro y poner delante a los patriarcas, jueces y profetas por cuyo ejemplo fuesen fortalecidos.
Dice Amador de los Ríos que “la obra de Samuel Usque, viene a ser por estas razones un importante testimonio de la historia hebraica, siendo muy digno de notarse que las tres primeras obras que se dan a la imprenta por los judíos, después de su expulsión, se encaminasen por tan distintas vías a un mismo objeto. La
Biblia de Ferrara debía asegurar entre la raza proscrita la universalidad del dogma; los
Retratos o tablas de las historias del testamento viejo generalizaban entre la juventud y facilitaban su enseñanza; la
Consideración de Israel ponderando las pasadas calamidades, mitigaba las desgracias presentes e infundía a liento nuevo para lo porvenir.
[1]La realidad histórica de España. Américo Castro. México 1954
[2]Los judíos en la España Moderna y Contemporánea. Julio Caro Baroja. Madrid 1961
[3]Los orígenes del problema converso Eloy Benito Ruano
[4]Estudios históricos, políticos y literarios sobre los judíos en España. José Amador de los RíosMadrid 1848.
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