Sin embargo para Hernando del Pulgar, converso e historiador que llegó a ser secretario de Estado con Isabel la Católica, España estaba “dañada”. El pesimismo nace de más dentro de lo que se ve en el mundo: “las tristezas, los miedos, los locos gozos, opresiones de inocentes, calumnias, rodeos, prevaricaciones, falsos testimonios, inicuos juicios, fuerzas, ladronicios. Veo que andan vagando sin término y sin sabiduría de lo que les acaece y puede acaescer, llenos de miedo recelando su caída y llenos de placer mirando la de los otros”. Todo cuanto existe es vanidad y Pulgar afirma que “sin duda la divinidad esta airada contra la humanidad que está dañada”.
Esta situación requería algo más que modificar unos hábitos relacionados con la cura de almas, la obtención de beneficios y vida y costumbres de los monjes. Las disputas de principios del monacato entre observantes y conventuales en el seno de las distintas órdenes, no las pudo resolver el elocuente Vicente Ferrer
[1] con sus predicaciones apocalípticas y su dedo índice derramando milagros. Sin duda estas dos corrientes apuntaban a las Españas que no pudieron ser, porque la espiritualidad conversa que desembocaría en las aguas de los alumbrados, erasmistas y protestantes, se le persiguió sin piedad.
Las aljamas castellanas, en tiempos de Vicente Ferrer, se llenaron de apocalípticos sermones cristianos sobre el Anticristo y el fin del mundo. A los éxitos de su predicación, se aparecía el fantasma de la ley vieja, la Tora, que judíos y conversos ensalzaban en sus ceremonias, envueltas en hondos sentimientos de nostalgia, como lo recuerda el 28 de septiembre de 1498, Miguel Carrasco, vecino de Torraño, aldea de Ayllón:
“puede aver quinze años […] que vinyendo a esta villa el señor marqués de Villena, los judíos desta villa le salieron aresçebir con la Tora. E al tiempo que los dichos judíos e Tora/yvan/ por debaxo de los portales de la plaça e por la puerta de Ruy Lopes, tendero, vecino desta villa de Ayllón, salió la mujer del dicho Ruy Lopes con una teja de ascuas e unos sahumerios […]e púsolos en el tablero de su tienda al tiempo que pasó la dicha Tora. A la cual muger de Ruy Lopes, que cree que se llama Constança, se lo reprendieron […] diziendo que era mal hecho. E la susodicha Constança respondió: ‘¡Ha, es la ley vieja!’.
Sin entrar en la profundidad y conocimiento de la Biblia que tenían los conversos del XV, sobresalen algunos escritores religiosos, implicados o conscientes de la necesidad de reformas, como el poeta fray Juan de Padilla, cartujo sevillano, “ejemplo grandioso de poesía evangélica narrativa” según el crítico Juan Luis Alborg que con su libro
Los doce triunfos de los doce Apóstoles, sería bastante leído en los ambientes religiosos, con su
Retablo de la vida de Cristo (1485) consiguió teatralizar la vida de Cristo y conmover con escenas de la Pasión a un público que vivía el teatro.
Otro cartujano, Lodolfo de Sajonia había escrito la
Vita Christi que había puesto en verso Fray Iñigo de Mendoza y también Isabel de Villena, representante valenciana de este siglo XV, con fray Ambrosio de Montesino que la tradujo al castellano y se imprimió en 1502. Montesino ciertamente logra la vulgarización del Nuevo Testamento después de diez años de la publicación de esta
Vita Christi, donde se revisan las
Epístolas y Evangelios litúrgicos a petición del Rey Católico. La revisión dejaba bien a las claras que se había corrompido el texto, no teniendo compasión del traductor anterior a él, al que acusa de torpedad e impropiedad, confusión y oscuridad “la cual en algunos pasos más parecía escriptura de barbaros que de fieles”. En 1559 estos textos también serían prohibidos drásticamente por estar en lengua vulgar.
El converso Juan de Lucena en su
Libro de la vida beata[2] analiza el tema de la felicidad, pero no es nada original. Bataillon dice que el humanismo español no produce entonces ningún manual original de sabiduría, pues esta obra era una hábil copia o adaptación de Bartolomeo Fazio(Bataillon, 1995, pág. 50) Pero ¿qué nos muestra el libro y qué tiene de reformación? Nicholas Round menciona a Lucena sólo de pasada en su artículo “
Renaissance Culture and its Opponents in Fiftcenth Century Castile”, aparecido en 1 962.
En este corto pero interesante análisis de la situación cultural en Castilla durante el siglo XV, Round intenta demostrar que los hombres de letras no eran en esa época suficientemente reconocidos por su capacidad intelectual”. En 1968, Ángel Alcalá publicó un artículo titulado “
Juan de Lucena y el pre-erasmismo español”, y dedica la mayor parte de sus páginas a la dilucidación de la personalidad histórica de Juan de Lucena. Alcalá propone el término de “pre-erasmismo”, (como hiciera Bertini poco antes con su (preumanesimo), para catalogar a Lucena, junto con toda una pléyade de escritores de origen converso, en una categoría anímica y social (un “genérico talante generacional”) entre esperanzada y cínica, que se distingue por “[la] virtud como nobleza, la sinceridad sobre la vida, la interioridad rescatada del bullicio, la individualidad frente a la masa, la razón como guía, la tolerancia como programa, la reforma como meta...”. “El tema de la felicidad no parece servir sino de pretexto para una crítica social y la manifestación de una interna tensión religiosa (....) Nos sentiremos, por eso, más cercanos a quienes, además de insistir en el inestimable valor del Diálogo de Lucena desde el punto de vista lingüístico, lo consideran como una emocionante muestra del conflicto de las corrientes de ideas en el alma, a la vez alerta y sabia, de un converso castellano a fines del siglo xv.”
[1] El texto de Vicente Ferrer en “
Tratado de la vida espiritual” es vigoroso en cuanto sus explicaciones emanan de la Biblia, usada esta con profusión y conocimiento. Ciertamente muchos de los textos provienen de la
Vita Christi de Ludolfo de Sajonia que son los más jugosos, porque las aplicaciones a la vida de la Orden son netamente medievales. Sobre la pobreza dice: “Entiendo por necesidad para ti un alimento frugal y un vestido vil, así como el calzado, según la necesidad del momento presente”. La ascética es evidente. Sobre la utilidad del silencio: “Y para mejor restringirla, apenas hable si no es interrogado. Digo, interrogado sobre cosa necesaria y útil. Pues una pregunta inútil debe contestarse con el silencio.” Otros temas son: El alma, purificada, se une a Dios por la contemplación.- De la obediencia en la observancia regular.- Modo de regular el cuerpo en la comida y bebida.- De la bebida.- De la compostura interior y exterior en la mesa.- Modo de perseverar en la sobriedad y en la abstinencia.-Orden del sueño y en las vigilias, en el estudio y la oración.- Del estudio.- La celda, los Maitines y demás Horas.- Del modo de predicar.- Algunos remedios contra quienes siembran dichas tentaciones con su doctrina. Sobre este tema de la doctrina dice Ferrer: “Lo primero que has de atender para con semejantes personas es no tener gran estima de sus visiones y sentimientos, ni de sus raptos. Es más, si te dicen algo contra la fe o contra la Sagrada Escritura, o contra las buenas costumbres, aborrece sus visiones y sentimientos como locos desvaríos, y sus raptos como rabias. Pero si dicen lo que es conforme a la fe o a la Sagrada Escritura, o lo que es conforme a lo que dicen los santos, o según las buenas costumbres, no los desprecies, porque quizá despreciaras lo que es de Dios”.
[2] El diálogo De Vita Beata,
de Juan de Lucena: un rompecabezas histórico Alejandro Medina Bermúdez. Y también en
Dicenda. Cuadernos de Edotogia Hispana 1999. [7,295-311
Los inagotables misterios de Juan de Lucena Alejandro Medina Bermúdez considera este autor que la vida de Lucena es un enigma, alabado por muchos como figura fundamental para comprender el siglo XV, pero se pregunta:¿Qué sabemos, de hecho, acerca de este personaje? Una vez recorridos los pocos trabajos dedicados a su persona, “pocos trabajos dedicados a su persona, seguimos enfrentados a un enigma: podemos decir con seguridad que nos encontramos ante un judeoconverso español del siglo xv, que sirvió en Roma al papa Pío II (sin que nadie hasta la fecha haya podido explicar en qué función) y, posteriormente, en Castilla, a los Reyes Católicos como «protonotario» de éstos. Y sabemos que fue autor de un diálogo que ha sido calificado por algunos críticos de «estoico y medievalizante», pero al que esos mismos críticos no dejan de reconocerle una inteligencia y una frescura de lenguaje que resultan de una modernidad sorprendente, como sorprendente es también su desconcertante ambigüedad ideológica que, a la hora de la verdad, lo hace tan difícil de encasillar dentro de cualquier categoría. En suma, Lucena parece habérselas arreglado hasta ahora muy bien para confundir casi todas las pistas.
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