Iniciamos en los doce artículos anteriores de esta serie un somero repaso de algunos de estos cenáculos, que continuamos en el presente artículo.
CAMPAÑA DE EVANGELIZACIÓN EN ZARAGOZA EN 1562
El 23 de mayo de 1563 el fraile dominico Alberti informaba al comisario del Santo Oficio de Madrid, además de las aventuras personales con los hugonotes franceses que habían saqueado su convento. Se habían llevado bastantes cosas de valor, pero le habían respetado la vida.
También les relató una fuerte campaña de evangelización en Zaragoza. Según un predicador de la reina, un tal
maître Henri que encontró en París, España estaba lista para recibir el verdadero Evangelio y que ya había estado tres veces en Zaragoza predicando el Evangelio.
La primera vez habían venido veinte personas, la segunda cuarenta y la tercera trescientas. No pudo precisar maître Henri el lugar exacto de las reuniones donde había predicado, pero se acordaba de una casa junto a las murallas cerca del puente sobre el Ebro. Estaba seguro de que su predicación al menos había convertido a una persona importante de la orden dominica en Aragón que por aquel entonces se encontraba en Barcelona. Al preguntarle si conocía a otros heréticos en el Reino, apuntó hacia el embajador francés en Madrid y hacia ciertos arqueros borgoñones que vigilaban los aposentos reales.
Termina Werner Tomás esta historia afirmando que desde que la Inquisición condenó en 1560 al alemán
Carlos de Mesperque, ni siquiera el entorno del mismo rey se sentía libre de influencias protestantes. (Werner, La represión del protestantismo en España (1517-1648), 2001)
CAMPAÑAS DE EVANGELIZACIÓN EN LOGROÑO POR 1563
En diciembre de 1562 la Inquisición de Murcia había atrapado a dos clérigos hugonotes que habían predicado el Evangelio mediante la administración de sacramentos como la confesión y otros modos. El juez murciano Manrique en carta al inquisidor le expresaba el presentimiento de que no fuese un caso aislado y los modos de infiltración llegasen a extremos tan aberrantes.
En marzo de 1563 el tribunal de Calahorra encarceló al clérigo
Juan de Rojas, antiguo cantor de la catedral de Logroño quien traía mensajes de los hugonotes del Bearn a los núcleos protestantes de San Sebastián, Zaragoza y Pamplona. Había estudiado en Ginebra y había predicado el calvinismo en el Bearn durante más de cuatro años, mientras mantenía contactos con dos frailes y un cirujano en España. Sería enviado a predicar a España por un tal Enrico (maître Henri) con el propósito de predicar en secreto. En San Sebastián se puso en contacto con
fray Arnaot, ministro hugonote que había sido dominico y que ya llevaba un año predicando en España. En Pamplona entregó cartas a un agustino y a un carmelita. En Zaragoza se encontraría con otro carmelita ya que todos estos frailes eran evangélicos que simpatizaban con la Reforma.
Era evidente que estos años de 1558 a 1563 fueron años de fuerte penetración del protestantismo, de manera que ante tanta desorientación y para que Dios librase a España de esta situación precaria ante la Reforma, se convocaban procesiones y otros actos religiosos para implorar la extirpación de la amenaza luterana. En Teruel habían aparecido un grupo de hombres disfrazados de monjes que estaban predicando por el país y divulgaban libros protestantes. Estos hombres parecen los mismos que predicaron por Navarra y eran predicadores hugonotes “con hábito de religiosos”.
CONVENTÍCULOS EN LOGROÑO EN DIFERENTES AÑOS
Diversas congregaciones se establecieron entre los gremios y oficios de trabajadores en Logroño. El gremio de paleros franceses de Logroño mantenía sus reuniones en la capital mientras extendía sus trabajos a otros pueblos como Salinillas, Miranda de Ebro, Peralta, Briones, Fitero o Espronceda, lugares donde hubo algunos procesados por la Inquisición.
CONGREGACIÓN DE LOS NAIPEROS FRANCESES EN TOLEDO POR 1565
A mediados de 1565 el tribunal de la Inquisición de Toledo encontrara a un grupo de calvinistas franceses, entre los que había algún español, que se reunían frecuentemente en el taller de
los hermanos Tibobil. Era una congregación de unas cuarenta personas que hasta poseía un pastor protestante llamado
mosén Antonio y que vivía apartado de la sociedad toledana, manteniendo todas las precauciones ante la Inquisición.
Tanta era la precaución que el mismo mosén también decía misa en la parroquia de la Magdalena. Parte de este grupo se había movido por diferentes lugares como Logroño, Valladolid o Burgos manteniendo en secreto su profesión de fe. Cuando se desató la persecución, aunque algunos fueron encontrados en Granada y otras partes del país, muchos huyeron a Francia.
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