No nos aporta mucho, Rosa Navarro, sobre la intención religiosa del Lazarillo de Tormes, que se queda todavía en la concepción de Morel-Fatio quien creía “valdrá la pena seguir investigando entorno a Escalona y Toledo, hacia 1525 y en busca de alguien que si no es Juan de Valdés es alguien que se le parece mucho”. Frente a obras de insípida literatura y de caballerías que presentaban hombres fuera de lo normal pero que se volvían locos por una mujer, estaba el hambre realista de un Lazarillo y unos personajes que vivían una religión superficial y cínica.
“Por todo lo hasta aquí expuesto habrá quedado claro que me sumo a la opinión de los estudiosos que sostienen que la
princeps del
Lazarillo de Tormes hubo de imprimirse en año muy cercano a 1554. También coincido con aquellos que comentan que la abundancia de ediciones de la novela (las cuatro hoy conocidas) en dicho año es asombrosa y digna de ponderación. Pero, desde mi hipótesis, quiero añadir algunos comentarios finales. Primero, que toda denuncia o ataque ha de tener un sentido. Lo diré de otro modo. Si alguien difama es porque quiere perjudicar, o por lo menos rozar, al difamado y que este resulte alcanzado o herido por lo que se cuenta de él. Luego el personaje denunciado (no creo que sea difamación) en este caso, el Arcipreste de San Salvador, tenía que estar vivo en 1553 o 1554. Recuérdese a tal efecto que el maestrescuela Alcaraz vivía en aquel tiempo y que no falleció hasta noviembre de 1556. Por cierto, Silíceo tampoco moriría hasta 1557. Segundo, quien denuncia, satiriza o simplemente se burla, desea que su crítica se entienda y que algunos -aunque solo sean los de un círculo determinado- sepan a quién se refiere, y para ello las claves que pone en su relato han de ser conocidas y deben poder ser interpretadas por otros, además de por él.
Mutatis mutandis, sería el caso de las novelas de humor escritas en clave por algunos escritores sobre el Madrid y la España de hoy. ¿Acaso para un buen número de sus lectores no les es facilísimo interpretar contra quiénes se dirigen sus dardos jocoserios? Ciertamente el
Lazarillo es una novela realista, aunque solo refleje una parte -y no la mejor- de la realidad española del siglo XVI. Y si son reales Salamanca y Toledo, y el hambre, la miseria y la negra honra, ¿por qué no hubo de existir en Toledo alguien a quien la gente llamase burlonamente por el chasco que se había llevado “el señor arcipreste de San Salvador”? (Vaquero Serrano, 2000, pag. 22)
Pero el problema de la autoría y del género de la obra ha dado mucho para escribir. Los mismos tres manuscritos de los cuales uno se imprime en Burgos, otro en Amberes y el tercero en Alcalá de Henares difieren entre si y alguno agrega episodios, quizás escritos por un segundo autor. Lo que más se destaca es la crítica realista, aunque se considere novela picaresca. La crítica contra el clero hizo que fuese puesto en el
Índice Expurgatorio de 1559. Por 1573 se permitió una edición sin los capítulos cuatro y cinco que eran los que más disgustaban a la Inquisición. Más tarde serían suprimidos otros episodios que no serían publicados hasta el siglo XIX. Sin embargo el desfile de autores ha sido interminable. Desde Juan Ortega, monje jerónimo, pasando por Juan de Horozco, Diego de Hurtado de Mendoza, pondrían su nombre en esta obra genial, que daría base para que Cervantes escribiera su inmortal Don Quijote. Américo de Castro pensó que era un autor judío-converso, otros que era un seguidor de Erasmo. De lo que si se han percatado todos es que en nombre de Lázaro, tiene una connotación bíblica, ya sea el Lázaro que resucitó y el Lázaro mendigo de Lucas 16:20-31 y no como algunos han indicado, inspiración en el folclore europeo, como del criado francés que hace trucos con un ciego en “
Le garçon et L´aveugle” y otras coincidencias más.
Se ha dicho que es una reflexión exacta del tiempo del XVI en España. Son tiempos de inflación, de deuda pública, porque los financieros alemanes e italianos han financiado las guerras de Carlos V y las cantidades de oro y plata que vienen del Nuevo Mundo, pasaban enseguida a las manos de los banqueros extranjeros. En aquella sociedad aparecían los mendigos y los gremios de mendigos, los hijosdalgo con sus títulos rechazaban cualquier trabajo, el clero necesitaba una reforma y ser perdonado de la venta de indulgencias sin escrúpulo. Pero el Lazarillo refleja con osadía, como a cambio del perdón de los pecados, se enviaba a luchar contra el infiel por el Mediterráneo y África del Norte.
Sin embargo para algunos, no se puede hablar de copia exacta de una sociedad como la española, pues aunque hubiese sacerdotes avaros, concubinarios y sin principios morales, aunque la pobreza fuese sentida con toda su fuerza por el Lazarillo, también había gente que disfrutaba de unas buenas comidas y también había clérigos de mejor piedad. Quienes exploraron el Nuevo Mundo, quienes mandaron la Armada estaban bien alimentados. Por tanto es un reflejo de un segmento de la sociedad, quizás mayoritario, pero donde también hubo hombres generosos, incorruptibles y de principios morales altos, al estilo de las novelas caballerescas. Parece pues que va dirigida hacia una parte de sociedad más relacionada con lo religioso que con lo secular.
Para otros como Claudio Guillén, uno de temas que unifican este cuadro de historias que es el Lazarillo, es el tiempo. El dolor es medido por el tiempo no por la intensidad (“sentí el dolor de sus cuernos durante tres días”), sus tiempos de hambre se cuentan por horas, mientras que corre muy deprisa cuando esta cuatro años con el capellán. Otros críticos, como Francisco Rico, creen que es una novela completa y circular, con cierto carácter ficticio. Américo Castro advierte que el Lazarillo de Tormes es de una prosa diferente a la existente en el XVI. Usa los mismos registros que la novela moderna, alejándose de las novelas caballerescas y las pastorales. Cuando se le tuerce la fortuna al Lazarillo, su carácter se endurece, mira al mundo de otra manera que lo hacía aquel inocente muchacho y se hace vengativo, porque ve en sus maestros la hipocresía, la avaricia, el falso orgullo y el materialismo de si existencia. Cuando él se casa con la amante del arcipreste, aplica todas las lecciones que ha aprendido para escalar al éxito (“a la altura de toda fortuna buena”).
Para la descubridora del autor del Lazarillo (Navarro Duran, 2004, pag. 14) Valdés escribió una sátira agudísima al estilo erasmiano y figurando como la primera novela picaresca. Advierte Rosa Navarro que no nos hemos de fijar en el Lazarillo y sus desventuras hasta que “llega a la cumbre de todo buena fortuna”, porque la crítica y todos sus dardos van hacia sus amos de quienes es víctima y testigo. Los personajes además descubren un estilo de vida que mezclada con la religión, produce una abundancia de sucesos burlescos o dolorosos, según quien los sufra. Para esta investigadora la finalidad del relato apunta al blanco del clérigo amancebado y cómo peligra el sacramento de la confesión por esta causa. La Inquisición ya se había dado cuenta de este problema de la “solicitación”, condenando a muchos curas por solicitar relaciones sexuales con las mujeres o vivir descaradamente en concubinato, siendo estos procesos tantos como los de judeo-conversos, moros y luteranos juntos.
En el caso del Lazarillo, es el confesor del Emperador don Francisco García de Loaysa, obispo de Osma y luego cardenal, quien siempre estuvo a mal con Alfonso de Valdés. Juan Dantisco daría la noticia de su amancebamiento con estas palabras: “He oído aquí contar una fabula pública respecto a él, ignorada, no obstante, por mí al principio; cuando siendo en su orden Senescal, como le llaman, tuvo aquí en delicias, o para su regalo, a cierta Dª María de la Torre, que cohabitaba junto al monasterio de S. Pablo del mismo orden, y constantemente se creía aquí por todos los indígenas, que era una mujer de singular santidad, y tanto que los más solían besar las extremidades de sus vestidos, y que al morir, o sea, a la hora de su muerte, se percibió en su aposento una fragancia suave y misteriosa, y que las campanas del convento se tocaron por sí mismas, y que además se vieron no sé qué más prodigios; más al fin, después de muerta, luego se descubrió que esta santa mujer había parido dos hijos al santo padre, los cuales, hasta el día de hoy se crían en un pueblecito distante de aquí ocho leguas. En lo cual nada tengo que reprehenderle, antes le alabo en gran manera, pues, como dice Aristóteles, lo mejor en la naturaleza es engendrarse un semejante. De aquí se ve bien claro que anduvo acertado en mirar por su parienta, la que casó en Burgos con tanta solemnidad y pompa. He puesto esto en tu conocimiento, no para que lo sepan todos como salido de mí, porque todo esto por aquí es público, sino para que sepas, si hasta aquí lo ignorabas, cuanto ha de agradar alguna vez a nuestro Pasquilo [Caballero, 1995: 412-413].
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