En la obra de Lactancio
… O Saco de Roma dice Valdés:”No se tuvo respeto a ninguna nación ni calidad ni género de hombres”. Según Francisco de Salazar, la crueldad y la barbarie de las tropas españolas e italianas, era una espantosa orgía de sangre y lujuria: “Los alaridos de las mujeres y niños presos... por las calles eran para romper el cielo de dolor; los muertos en muchas partes tantos, que no se podía caminar, de lo cual, han estado muchos días y están sin sepultarse, se tiene por cierto el crecimiento de la peste, si Dios no lo remedia, para que no se acabe todo. No ha quedado, Señor, iglesia ni monasterio de frailes ni de monjas, que no haya sido saqueado, y muchos clérigos, frailes y monjas atormentados..., y por las calles dando alaridos las monjas, llevándolas presas y maltratadas, que bastaba para quebrantar corazones de hierro. La iglesia de San Pedro toda saqueada, y la plata donde estaban las reliquias santas tomada, y las reliquias por el suelo..., y junto al altar de San Pedro, todo corriendo sangre, muchos hombres y caballos muertos... Con los tormentos han descubierto los dineros y joyas y ropa que estaba escondido en los campos, y han abierto los depósitos de las sepulturas para buscarlos.”“Fue Roma saqueada con tanta crueldad cuanto los turcos lo pudieran hacer (dice el secretario Juan Pérez), pues no dejaron iglesias ni monasterios de frailes y monjas y beatas, y llevaron toda la plata y reliquias que había en ellas, hasta las custodias donde estaba el Sacramento, y casas hubo que fueron dos y tres veces saqueadas”
“Y este secretario, que debía de parecerse algo a Valdés y estar un tanto cuanto contagiado le doctrinas reformistas, añade: «Es gran dolor de ver esta cabeza de la Iglesia universal tan abatida y destruida, aunque en la verdad, con su mal consejo se lo han buscado y traído con sus manos. Y si de ello se ha de conseguir algún buen efecto, como se debe esperar, en la reformación de la Iglesia, todo se temía por bueno; lo cual principalmente está en manos del emperador y de los prelados de esos Reinos. Y ansí plega a Dios que para ello les alumbre los entendimientos”. (Menéndez y Pelayo, 2007, pag. 555)
Las primeras ideas de este libro del Saco de Roma, de alto contenido religioso –teológico, es que los vicios de la corte Romana son castigados por Dios para que haya una reforma verdadera y se predique el Evangelio. El “Diálogo en que particularmente se tratan las cosas acaecidas en Roma, en el año1527, fue compuesto, según dice a Erasmo en carta, “como por juego”, y en él “defiendo al emperador de toda culpa, haciéndola recaer en el pontífice, o más bien en sus consejeros, mezclando muchas cosas que tomé de sus escritos”. Erasmo y Carlos V son las dos pasiones que recorren toda la obra de este Valdés. El libro del Diálogo que nos ha llegado, pese a pertenecer a la primera edición, esta mutilado con numerosas supresiones realizadas por la Inquisición. Lactancio, encarnación ideológica de Valdés, se encuentra en Valladolid con un arcediano que regresa de Roma y le relata los sucesos acaecidos tras su toma por las tropas de Carlos V; Lactancio salva el honor del emperador, sin cuya voluntad se produjo el saqueo, y señala como culpables al Papa y sus consejeros, por su hostilidad, intrigas y alianzas (pues es deber del Pontífice ocuparse sólo de los hechos espirituales, no de los temporales). En otro plano Lactancio interpreta el saqueo como justo castigo divino a la corrupción de la corte papal (venta de sacramentos, bulas, pecados carnales, etc.), lo cual le da pie para exponer con toda libertad y claridad los principios básicos de las doctrinas erasmistas (religiosidad íntima, pureza de costumbres, caridad evangélica y rechazo del aparato externo). Ante este estado de cosas, la figura del emperador surge como el restaurador de la verdadera cristiandad.”(1)
Para el análisis filológico nadie mejor que Menéndez y Pelayo: “El
Diálogo es un tesoro de lengua. Verdad es que no le conocemos tal cual hubo de salir de las manos del autor sino con los retoques y enmiendas que hizo en él su hermano Juan, quien, a la vez que mejorar el estilo, es creíble que recargase la dureza y sal mordicante de algunos pedazos, como a su vez lo hizo el editor de París de 1586, que hubo de ser algún calvinista español refugiado. No es fácil discernir el tanto de culpabilidad que corresponde a Alfonso, aunque la denuncia de Castiglione prueba que no fue pequeña. No carece este
Diálogo de animación dramática ni son sus interlocutores sombras o abstracciones. En Lactancio,
caballero mancebo de la corte del emperador, entusiasta de Carlos V y de Erasmo, ya dijimos que había querido retratarse el autor. El otro personaje es un cierto arcediano del Viso, eclesiástico fácil en escandalizarse, pero de costumbres no muy severás; como que dice de sí mismo:
Yo rezo mis horas y me confieso a Dios cuando me acuesto y cuando me levanto; no tomo a nadie lo suyo, no doy a logro, no salteo camino; no mato a ninguno; ayuno todos los días que me manda la Iglesia; no se me pasa día que no oiga misa. ¿No os pareze que basta, esto para ser buen christiano? Esotro de las mujeres..., a la fin, nosotros somos hombres y Dios es misericordioso.”
El argumento del “Diálogo de las cosas ocurridas en Roma” es sencillísimo. Lactancio topa en la plaza de Valladolid, encuentro que recuerda el de El casamiento engañoso, de Cervantes, con el arcediano del Viso, que venía de Roma en hábito de soldado con sayo corto, capa frisada y espada larga, y, entrando en San Francisco, hablan sobre las cosas en Roma acaecidas.
En la primera parte quiere mostrar Lactancio al arcediano cómo el emperador ninguna culpa ha tenido; y en la segunda, que Dios lo ha permitido todo por bien de la cristiandad… Nada olvida, ni siquiera el
Pater noster en coplas que cantaban los soldados españoles bajo las ventanas del papa:
Padre nuestro, en cuanto papa
Sois Clemente aunque sin os cuadre,
Más reniego yo del padre
Que hijo quita la capa
La apreciación teológica en Bataillon es más sensible a lo que realmente apunta Valdés sobre los temas eclesiales y espirituales. La iglesia es en verdad, la comunidad de los cristianos, “luego el que es causa de la muerte de un hombre más despoja la iglesia de Jesucristo que no el que quita al Romano Pontífice su señorío temporal” Un Papa guerrero es culpable con la iglesia que el emperador. Aún más, Valdés dirá: “¿Donde halláis vos que mandó Jesucristo a los suyos que hiciesen guerra? Leed toda la doctrina evangélica, leed todas las epístolas canónicas: no hallareis sino paz, concordia y unidad, amor y caridad. Cuando Jesucristo nació no tañeron alarma, más cantaron los ángeles: Glria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis¡ Paz nos dio cuando nació y paz cuando iba al martirio de la cruz”
1) Alfonso de Valdés por Francisco Arias Solís Foro Libre Asociación Cultural, Artística y Literaria. Cádiz
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