Baio, profesor de exégesis en la Universidad de Lovaina, defendía una reforma de la teología que dependiera más de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres y no de los elementos aristotélicos que explicaba la escolástica. Ahondando en los escritos de Agustín de Hipona, llegó a tener apreciaciones sobre la corrupción del ser humano, el pecado original, la negación del libre albedrío y la irresistibilidad de la gracia eficaz, muy parecidas a Lutero y Calvino. Le condenarían79 proposiciones a Baio y sus discípulos en 1567.
Aunque posteriormente se hayan confeccionado unas definiciones de bayanismo, agustinismo o irenismo, la forma de entender estas doctrinas en el siglo XVI era diferente. Para no ser extensivo el tema, solo diremos que uno de los informantes de Felipe II, que visitaba la casa de Pedro Jiménez, Lorenzo de Villavicencio, fraile de los agustinos, natural de Jerez de la Frontera y que en ningún caso pertenecía al grupo de la Reforma, expresará en sus cartas al rey su antiprotestantismo a causa de estas reuniones de reformados y opinará con gran recelo respecto a la nobleza de los Países Bajos. Diríamos pues, que la Reforma como la gran ola que envolvió a Europa en el siglo XVI, recaló en la playa de Lovaina alrededor de Pedro Jiménez y su grupo de universitarios.
El dominico Baltasar Pérez dio muchos nombres a la Inquisición de Sevilla el 28 de mayo de 1558 acusados de luteranismo y entre ellos sobresalen: Fadrique Furió Ceriol, Felipe de la Torre, Sebastián Fox Morcillo, Juan Páez de Castro, Julián de Tudela, Cosme Palma de Fontes, Thomas de Padilla, Christophoro de Sancto, y Agustín Cabeza de Vaca entre otros.
Este grupo autodenominado “comunicación de hombres doctos”(García Pinilla, 2003, pág. 453) se reunía todos los días, después de comer, para tratar cuestiones doctrinales de actualidad.
Lorenzo de Villavicencio aparecerá como testigo en el proceso contra el hispano luso Pedro Jiménez y parece que se vanagloriaba que este se hubiese vuelto a la iglesia romana.
Lo cierto es que entre el caso de Jiménez y de Furió Ceriol, las intrigas de Villavicencio con el rey y el alarmante aumento del protestantismo en los Países Bajos, provocaron una persecución contra los estudiantes y en 1559 Felipe II ordenará que los súbditos españoles ya no puedan estudiar en las universidades extranjeras. Lovaina, situada al este de Bruselas, centro universitario de los Países Bajos, no volverá a ser el hervidero de corrientes espirituales renovadoras.
La academia teológica de Pedro Jiménez no parece haberse repetido y algunos de los estudiantes que se reunían con ellos al principio dejaron de hacerlo, teniendo destinos distintos como Agustín Cabeza de Vaca que fue acusado de luterano y reconciliado en 1562 o Villavicencio que parece haber sido “martillo de herejes”, si bien fray Baltasar Pérez lo considera heterodoxo en 1558. (Gonzalo Sánchez-Molero, 1997, pág. 773).
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Nació Pedro Jiménez, o Jimeno, en Onda (Castellón) en 1515, estudió Artes y probablemente Medicina en el Estudi General de Valencia, y en 1540 se trasladó a la universidad de Padua, donde fue discípulo de Vesalio. Concluidos sus estudios médicos en 1543, regresó a Valencia, en cuyo Estudi ocupó la cátedra de Anatomía y Simples (1547)209. Iniciador de la escuela anatómica valenciana, participó del movimiento renovador y del auge del humanismo que se vivió en Valencia durante la década de los cuarenta210. En esta ciudad publicó un
Dialogus de re medica (1549), una defensa de su maestro Vesalio, y en donde elogia a Vives y a Erasmo.
Se trasladó a Lovaina poco más tarde, y en 1551 nos lo encontramos ya en esta universidad entre los estudiantes españoles que se declararon a favor de las doctrinas de Miguel Bayo, expuestas por entonces en Lovaina. Dentro del fragor de esta polémica, su casa se convirtió en el centro de reunión de los estudiantes más abiertos al espiritualismo religioso y a las ideas más reformistas. Sus nombres han sido citados más arriba. En 1556 Jiménez lideró las protestas en Lovaina contra la prisión de su amigo, conipailero y paisano, Furió Ceriol, mostrándose de acuerdo con las ideas expuestas por éste en su
Bononia. Con estos antecedentes, y puesta su figura bajo la sospechosa mirada de la Inquisición, sorprende que, precedido por su fama de hombre docto y recogido, fuera presentado al mismo tiempo para ocupar la Cátedra de Decretos que Felipe II acababa de fundar en Lovaina, siendo favorecida su candidatura por el Oidor del Consejo de Brabante, Joachino.
Su perfil, típico del médico humanista, adquiere en Lovaina tintes más heterodoxos. Cuenta fray Baltasar Pérez en su declaración que, tentado por la propuesta, quiso hacerse con unos libros de Derecho en la librería de Martín Nucio. Jiménez, espantado del alto precio de los volúmenes, espetó al librero antuerpiense: “¿No sabeis que no os han de comprar sino los papistas sólo?” La frase puede ser cierta, o fruto de la invención del ortodoxo fraile, pero la anécdota en sí tiene otra lectura: refleja los vínculos existentes entre los cenáculos erasmizantes (no se atreve a decir el autor “reformados” y antipapistas- añado yo-) de Lovaina y de Amberes, y nos plantea la existencia de un importante movimiento intelectual español que en estos años meridianos del siglo XVI se desarrollaba en los Países Bajos. Por otro lado, aunque su candidatura fuera finalmente rechazada, obteniendo la cátedra Jean van der Meulen, “Molinaeus”, en 1557, no deja de ser significativo que un personaje de tan dudosa ortodoxia como Jiménez, fuera presentado para hacerse cargo de una cátedra promovida por Felipe II. A este respecto debe destacarse la acusación que fray Baltasar Pérez formula sobre la familiaridad y amistad existentes entre Pedro Jiménez y Juan Páez de Castro, acusando a Páez, nombrado no hacía mucho cronista del Emperador, de querer asentar en casa del arzobispo Carranza al médico valenciano, proposición, de la que advertido el prelado por el fraile, se negó.” (Gonzalo Sánchez-Molero, 1997, pág. 777)
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