Otra persona influenciada por el protestantismo de os países Bajos fue
Benito Arias Montano, cuya obra cumbre quizás sea la
Biblia políglota de Amberes, mandada dirigir por el rey y que apareció por los años 1568 a 1572. Montano, aunque ya en su madurez, también tuvo su experiencia en los Países Bajos, desplegando su sabiduría y su espiritualidad. Habla Montano bien de los flamencos, no solo porque eran grandes mercaderes, diciendo que en “esta Era son los flamencos los más entendidos, universales y diligentes mercaderes”; de los artesanos los más dóciles y obedientísimos; de los impresores, mejores que los de Venecia, Francia y toda Europa. Brujas, Lovaina, Bruselas y Amberes aparecen constantemente como centros de humanismo que nutren todo el movimiento evangélico de Europa y que llegan a España en traducciones de porciones de la Biblia o esta completa, como la de Casiodoro de Reina.
Las universidades, verdaderos hervideros de ideales y de ciencia, acogieron a muchos de los jóvenes españoles como Juan Martín Cordero, Vives, Juan del Castillo, Alfonso Manrique, Pedro López, Martín López, Miguel Turlan y un largo etcétera.
El arzobispo Carranza, que pasó tres meses en Bruselas, le llamó la atención la libertad con que se vendían públicamente y aún a las puertas del palacio real, libros luteranos procedentes de Alemania y en todas las lenguas incluido el español. Creía Carranza que existía una cierta condescendencia política con tal difusión y que podía traer muchos males. Cuando vino el rey de la campaña en la que salió victorioso, Carranza le dio cuenta de la situación y de cómo existían elementos de preocupación con los estudiantes en Lovaina, con la ignorancia del clero a quienes públicamente ponían en evidencia los calvinistas y también la existencia de algunos protestantes fugitivos de Sevilla que enviaban literatura luterana a España.
Ante tales acusaciones y vista la gravedad del asunto, el rey solicitó un informe a Carranza y a Francisco de Castilla para una investigación más a fondo. El resultado fue que efectivamente se vendían libros protestantes hasta en el mismo palacio, por lo que serían expulsados los dominicos fray Diego de Ortega y fray Vicente de Córcega y se mandó buscar a fray Julián de Tudela, uno de los mayores activistas en Flandes.
Se habían encontrado obras protestantes procedentes de la imprenta de Jean Crespin de Ginebra, bajo la falsificación de títulos como “Breve sumario de indulgencias y gracias” o “El Jubileo de plenísima remisión de pecados”.
Por causa de los libros protestantes, entran en escena dos personajes conocidos como lo eran el agustino Villavicencio y fray Baltasar Pérez, que se infiltran entre los protestantes, muchos de ellos huidos de Sevilla y desparramados por toda Europa. Ambos usaron de doblez y engaño que sepamos, pero algunos autores opinan que ambos tenían un pensamiento reformado. Tellechea siempre saca nuevos personajes para el protestantismo español, aunque no tengamos datos de ellos. Cita este autor a los frailes Diego de Ortega y Vicente de Córcega, al soldado Chaves, apellido andaluz. También el agustino Cristóbal de Santotis aparece en los conventículos protestantes, quien había estudiado en París y Lovaina y llegó a ser buen biblista y representó a Felipe II en el Concilio de Trento. Este era judeoconverso y escribiría algunas biografías de conversos como la de Pablo de Santa María.
Un personaje singular y lugar de encuentro de todos los cenáculos humanistas y religiosos de los Países Bajos, es el impresor Martín Nuncio. Dice Gonzalo Sánchez Molero: “Dentro de este importante cenáculo de humanistas hispano-belgas, no puede olvidarse al editor flamenco Martín Nucio, o Nuyts, quien imprimió gran parte de las obras que los restantes miembros de este cenáculo antuerpiense escribieron. Nacido en Meere, un pueblo cerca de Hoogstraeten, en 1515, viajó durante un tiempo por España, donde aprendió el castellano. En 1540 se instaló en Amberes, y admitido en la “Guild” de San Lucas, inició su oficio de impresor. Dos años más tarde latinizó su nombre Marten Vermeer por el de Martin Nutius. Y en 1544 fue reconocido como ciudadano de Amberes.
Nuncio se convirtió a partir de este momento en uno de los más importantes impresores flamencos radicados en la ciudad. Su casa debió servir de lugar de encuentro para Schryver, Schepper, Gmdio, Calvete, Cordero y Plantino, y a ella acudieron más tarde numerosos humanistas españoles, miembros de los cenáculos de Bruselas y de Lovaina, para imprimir sus obras. Sus primeros vínculos con la clientela filipina se dieron durante el “felicísimo viaje”. Él fue uno de los editores que participaron en el “boom” erasmiano de 1549-1550, publicando los Apoihegmas y La lengua, en traducción al castellano.
En los años siguientes imprimió gran número de títulos, obras de Calvete, como el De
Aphrodisio expugnato (1551), el Felicísimo viaje (1552), y quizá sus
Epigramas perdidos (c. 1555); las versiones castellanas hechas por Juan Martín Cordero, como el
Alciato, De la manera de desafío (1553), Los Christiados de Hyeronimo Vida (1554) y
las Quexas y llanto de Pompeyo (1555). Al mismo tiempo, sacó a la luz reediciones de Pedro Mexía (la Silva), o del doctor Constantino (
la Doctrina Cristiana), ambas en 1555, y, sobre todo de Erasmo. De los prelos de su taller salió la mayor parte de las obras del roterdano, en castellano, que constituyen un segundo “boom” editorial erasmiano entre 1555 y 1556.
En cierta manera, se puede afirmar que se convirtió en el editor predilecto de los cenáculos erasmizantes (protestantes) asentados en los Países Bajos. A su casa acudió desde Lovaina Felipe de la Torre, para imprimir su
Institución de un rey christiano (1556), dedicada a Felipe II. Y muerto hacia 1558, su viuda imprimirá
El concejo y consejeros del príncipe (1559), de Furió Ceriol.” (Gonzalo Sánchez-Molero, 1997, pág. 753)
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