Dice Gilly que la concepción de Valdés, “clarísimo por su linaje y piedad, ...”dijo no saber de Dios y de su Hijo otra cosa sino que hay un Dios Altísimo, padre de Cristo, y un solo señor nuestro, Jesucristo, su hijo, que fue concebido en las entrañas de la virgen por obra del Espíritu Santo: uno y espíritu de entrambos. Después de Valdés estaría en segundo lugar el abad Leonardo, gran erudito y teólogo que no tuvo sombra entre los eruditos de su tiempo.. (pag,227) Sin embargo dirá Gillly, que por esta brillantez y aunque rechazó prebendas “en nada exiguas y honores en nada despreciables” terminaría sus días haciendo tela de sacos en Damasco.
Gilly nos dice que este anabaptista antitrinitario, tenía al menos, dos hermanos, Mateo y Bruno, que junto a otros familiares judíos, vivían en Salónina y Alejandría. En el movimiento anabaptista que tuvo lugar en Padua a principios de 1550, aparece un grupo de exilados de Nápoles cuya figura más representativa era el abad Leonardo Busal, quien traía las doctrinas de Juan de Valdés. Sin embargo él aceptaría un nuevo bautismo, manteniendo las antiguas doctrinas antitrinitarias. Estas doctrinas antitrinitarias son apreciación de Gilly, aunque nosotros, siguiendo a Nieto, ya hemos demostrado que Valdés no era antitrinitario. Gilly añade que trajeron a este grupo conceptos tales como la negación de la divinidad de Cristo, la muerte del “alma”, y un espíritu de crítica racionalista en la interpretación de las Escrituras.
En 1534 nos encontramos con el primer proceso contra un anabaptista y sus seguidores por tener ideas antitrinitarias, propagadas fundamentalmente por Juan de Villafranca, Leonardo Busale y el abogado veneciano Giulio Basalú. En 1562 serían ahogadas estas ideas anabaptistas en la laguna de Venecia y encontrarían una mayor propagación las del protestantismo magisterial o conservador.
La primera infiltración anabaptista se había producido ya por 1526, encontrando entre sus seguidores a personas de todas las clases sociales, principalmente entre la clase media y baja. Venecia a mediados del siglo XVI está llena de reformados y no solo de luteranos y calvinistas, sino también de radicales anabaptistas. Era esta anabaptismo un movimiento muy diverso donde se habían vinculado la “revolución de campesinos”, estudiantes antitrinitarios Napolitanos y la tradición racionalista de Padua, dirigida por Leonardo Busale, quien uniría las tendencias populares con las más académicas de humanidades. (Pettegree)(Caponetto, 1997)(Gilly, 2005)(Friedmans, 1994)
Parece que el movimiento fue tan importante como para organizar en secreto, en septiembre de 1550, en Venecia, una reunión para resolver las disputas teológicas internas. La participación de pastores, obispos y sacerdotes, (según la organización de las iglesias anabaptistas) fue de más de sesenta personas y se prolongó por más de cuarenta días seguidos. A finales de 1551 el movimiento anabaptista sufriría un golpe fatal, al ser denunciado a la Inquisición romana en Venecia que endureció sus métodos. Los principales anabaptistas de Venecia buscarían refugio en las comunidades de los Hermanos de Bohemia. Sin embargo, la gran presencia de comerciantes alemanes, propiciaría la distribución de obras de Lutero por los libreros venecianos, llegando a ser Venecia un lugar privilegiado a través del cual las ideas de la Reforma penetrasen en Italia.
En 1525 se publicaría una antología de las obras de Lutero, en 1530, con la autorización del Senado de Venecia, se publicaría en Nuevo Testamento, en 1531 la traducción de los Salmos y en 1532 todas las Escrituras.
El mayor trabajo recayó en Brucioli que, Según Caponetto, fue unos de los mas eficaces instrumentos para la difusión de las doctrinas de la Reforma, pues el texto sagrado podía introducirse en todos los lugares y en especial entre los jóvenes.
En este ambiente de efervescencia teológica, humanística y espiritual se desarrolla el movimiento del abad de Calabria y reconocido anabaptista Leonardo. Cuando en 1553 Lorenzo Tizzano fue encarcelado en Padua por la Inquisición, comenzaron a estar en grave compromiso personas como la española Isabel Breseño o el abad Leonardo y muchos anabaptistas como Giovani Lauretto que confesó ser anabaptista, como lo era el abad Leonardo Busale, secretario de Isabel Breseño. Aunque Breseño salió de Italia por otros motivos, la Inquisición la consideró sospechosa por estar rodeada de tantas personas no católicas romanas.
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