Menéndez Pelayo lo cita en Heterodoxos sólo por sus menciones en el célebre proceso del también erasmista y eximio hebraísta Juan de Vergara, antiguo secretario de Cisneros y coautor de la Políglota Complutense.
Doctor en ambos Derechos, canónico y civil, participó como protagonista en la fundación del Colegio Trilingüe o de San Jerónimo, que quizá se debió a su personal iniciativa y que, admirado por Francisco I en su destierro madrileño, fue copiado luego en París con la fundación del Collège de France.
Mosén Pascual, como a veces se le llama en los documentos, era entonces, tan joven, rector del Colegio de San Ildefonso. Aquél, para el curso 1528-29 y por su estímulo, otorgó doce becas para retórica, doce para griego y seis para hebreo, y graduó a hombres como Juan Gil, Luis de la Cadena, Martín de Ayala, etc., y en 1531 a Diego Laínez, futuro General de los jesuitas.
En su calidad de rector, reunió en su despacho la comisión nombrada por el inquisidor general Manrique (hermanastro de Jorge, el poeta) para juzgar el
Diálogo de la doctrina cristiana del alumbrado-erasmista-luterano, pero tan original, Juan de Valdés. La comisión, que contaba entre sus miembros a Pedro de Lerma, primer canciller de Alcalá y ardiente erasmista, y a otros profesores, dictaminó a favor de Valdés, excepto el darocense Pedro Ciruelo, bastante conservador.
Impreso el libro en 1529, surgieron sospechas contra todo el grupo progresista durante el proceso de Bernardino de Tovar, hermanastro de Vergara, de confusas aficiones con los alumbrados, especialmente con la dominante Francisca Hernández, por lo que
la Inquisición prestó inmediata atención al grupo de Alcalá, estimulada por las presiones del antiguo erasmista italiano Girolamo Alejandro, ahora nuncio en Alemania, así como por el fracaso de la Dieta de Augsburg del verano de 1530.
El caso es que
Mateo Pascual, Juan de Valdés, el helenista alcalaíno Juan del Castillo y otros estiman oportuno huir de España a Italia, pacificada con motivo de la coronación imperial y el paso de Carlos V hacia Augsburgo. La atmósfera intelectual comenzó a hacerse espesa en España para las mentes abiertas, y la Inquisición inició la campaña contra el erasmismo, confundido con el luteranismo en aquellas aguas revueltas. La huida aumentó las sospechas, confirmadas por las acusaciones de un delator llamado Diego Hernández, basadas en las complacencias doctrinales de Pascual con el Diálogo de Valdés y en que, al parecer, no creía en el purgatorio. De hecho, Francisco Enzinas, otra gloria del humanismo renacentista español, traductor del Nuevo Testamento al castellano (Amberes, 1543), narra que había oído que alguien le objetó en Alcalá: “Si eso es así, no habría purgatorio”, a lo que mosén Pascual respondió: “¿Y qué?”. “Por estas solas palabras, que pese a todo podrían considerarse ambiguas, fue puesto a disposición de los “Santos Padres” de quienes no logró escapar sino después de mucho tiempo, y, claro es, privado de todo su hacienda” (Enzinas, 1992, pág. 268)
La Inquisición montó una caza en regla. Juan de Valdés, extrañamente, y no por la protección de su hermano Alfonso, muerto el 1532, no fue tocado en Nápoles; Alfonso mismo hubiera sido perseguido. Pero Castillo,(1) que enseñaba griego en Bolonia, fue apresado en 1533, llevado a España y quemado. Mosén Pascual volvió por sus pasos y honrosamente: el nuevo arzobispo a la muerte de Don Juan II de Aragón, Fadrique de Portugal, quien había sido obispo de Sigüenza y tomaba posesión el 23-IX-1532, le nombró su vicario general; su primer documento en el cargo lleva fecha del 18 de agosto. En él siguió sólo hasta el 17-VII-1533, sustituido por Francisco de Aguirre “propter captionem domini mathei pascual vicarii generalis per officium sanctae inquisitionis”, como textualmente reza un documento catedralicio en nota marginal. Ya en mayo de ese año cundió el rumor de haber sido destituido, según carta secreta de Vergara a Tovar interceptada que consta en su proceso, y de que “ha más de tres meses que se dize que el Arçobispo nuevo proveía de otro”. Su captio o captura debió de resultar escandalosa: el vicario general in spiritualibus et temporalibus, sospechoso de herejía y encartado por la Inquisición.
Su caso es ejemplar, y como señala la biografía de GEA, en gran parte semejante al de Pedro de Lerma. Sin embargo a Juan de Valdés lo siguen teniendo por
erasmista, cuando Valdés nunca quiso saber nada de Erasmo ni en su trato personal, ni en su teología. Indicará también esta biografía que “la Inquisición inició la campaña contra el erasmismo,
confundido con el luteranismo en aquellas aguas revueltas”. La Inquisición en estos casos de intelectuales raras veces se confundía y aunque los procesos fuesen juzgados por el edicto de 1525,
las proposiciones defendidas por estos eruditos iban más allá del erasmismo, pues rompían con la Iglesia romana en cuanto a autoridad del papa, la antropología y teología en general, como lo hacía el luteranismo. Mateo Pascual es uno de los pocos casos conocidos del erasmismo en Aragón y también, como en tantos otros, hay que achacar a la Inquisición que sus obras se hayan perdido para siempre, ya que debieron de existir, pues entonces era condición indispensable de la enseñanza universitaria. Juan de Verzosa, llama a esa enseñanza «gurges doctrinarum» —un torbellino de saberes—.
Fue denunciado como luterano por Diego Hernández y se hallaría con Juan de Valdés en Roma. La comisión que revisó el Dialogo de Juan de Valdés estaba en el aposento de Mateo Pascual. Dice Batallón que hacia Italia se habían dirigido, Garcilaso a Nápoles, Juan de Valdés a Roma y sus “antiguos compañeros Mateo Pascual y Juan del Castillo se reúnen con él en la Ciudad Eterna, momentáneamente más hospitalaria que España a los humanistas sospechosos de tendencias protestantes. (Bataillon, 1995, pág. 418)
Refiere Francisco de Enzinas, autoridad única en este punto, que el Dr. Mateo Pascual, catedrático en Alcalá, gran teólogo, sabio en las tres lenguas, manifestó en una disputa pública cierta duda sobre el purgatorio, por lo cual le formó proceso la Inquisición y no logró salir de la cárcel sino con pérdida de sus bienes. Después se fue a Roma, donde acabó en paz sus días.
1) Suponemos que este “Pero Castillo” sea el Mestro Juan del Castillo.
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