Por otra parte hacer constar que muchas de las doctrinas calvinistas, por ejemplo, la de la predestinación, no se integraron en este Catecismo. Aún así, es un sencillo manual de doctrinas fundamentales que ha llegado hasta nosotros, no solo por la traducción de Aventrot que llegó a España por 1628, sino que varias reediciones gratuitas se han distribuido por la colaboración del profesor Wisse de Holanda que lo reeditó en 1951 y en 1965. Es de advertir que estas ediciones salieron sin las notas o citas de versículos en los que se basaban las preguntas y respuestas, pero parece ser que se hizo para respetar la traducción de Aventrot de 1628.
Aventrot además de su fe en Cristo y su seguridad de salvación, posee una fuerza para la acción que para muchos es extraña e irracional, pero que en aquellos días había penetrado en su mundo intelectual y religioso. Aventrot era un milenarista convencido y consecuente. Pero no solo era él, quien habiendo leído el Apocalipsis, creía que la Segunda Venida de Cristo era inminente, sino que muchos pensadores de su tiempo y hasta Cristóbal Colón y De las Casas, eran milenaristas.
El reinado de Cristo en la tierra por mil años, instaurando un nuevo orden y establecer la felicidad e inocencias perdidas, agitaba conciencias e impulsaba corazones a grandes empresas por muy utópicas que estas parecieran. Este mesianismo del siglo XVI fue el primer motor para buscar un mundo mejor, donde la justicia, la transcendencia y la verdad fueran el resultado de la fe.
Esta fe que Aventrot había tenido desde niño, pero que ahora le urgía a nuevas acciones. Ya no eran los problemas del alma, ahora le asaltaban los problemas de la arbitrariedad del poder, acallando conciencias, poniendo cadenas a la libertad de religión, imposibilitándolos para su independencia como pueblo.
No fue Aventrot un defensor de la idea de la independencia de los Países Bajos, pero si de la libertad de conciencia que hubiera hermanado a estos dos pueblos, el español y el flamenco. Encontró en el ecumenismo católico en su forma postridentina y en los estudios bíblicos tardíos la forma de empezar a señalar el origen del mal en la poderosa organización que representaban Iglesia e Imperio. Este no era un descubrimiento nuevo porque casi todos estaban convencidos de que la palabra de Roma no era válida, sino la palabra contenida en los Libros Sagrados.
Todo lo que no se halle en la Escritura es obra del hombre y como todo lo humano, equivocado y caduco. Aventrot ahora abunda en estos textos sagrados y apocalípticos, advirtiendo que la iglesia no es nuestra Madre, sino que en base a la Palabra de Dios se ha instituido ella misma y colocado por encima de la Palabra. Que las mediaciones de los santos, el Ave María, el Salve Regina, etc. son pura idolatría, porque quitan a Dios la adoración que a Él solo se le debe. Que la transustanciación es una novedad que solo tiene seiscientos años en la tradición de la iglesia y también es idolátrica. Estas verdades son las que quiere comunicar al Rey de España este mercader flamenco-español y que envía por correo personalizado.
Sin embargo no son verdades nuevas para el Rey católico que conocía la posición ideológica de los protestantes. Pero es la presentación y el clima profético en que transmite la urgencia de este mensaje el que llama la atención y parece un camino seguro hacia el martirio. Aventrot tiene la esperanza de que esto no ocurra y sirva para la salvación del imperio y también de la propia alma del Rey. Dios es el quita y pone reyes y nadie podrá llamarse a engaño delante de su presencia. La misión de Aventrot es precisamente esta, que el fin de los tiempos está muy cerca y Dios viene a dar soluciones a este mundo pues todos pasan al lado de la verdad sin verla. Aventrot quiere traducir en palabras inteligibles lo que la Providencia divina ha determinado desde la eternidad. “Aventrot ha descubierto quién es la fiera del Apocalipsis, con sus siete cabezas y sus diez cuernos: no es nada menos que el doble poderío romano, constituido en el año de 313, gracias a la célebre donación del emperador Constantino. A partir de esta fecha y de aquel grave error, el poder único se dividió en dos y Roma se convirtió en la «bestia secular y espiritual, nacida de Césares crueles y de Papas sanguinarios” (Cioranescu, 1974, págs. 51-593)
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