La angustia y un sentimiento trágico de la vida, no solo creó la novela judía española, sino una espiritualidad mesiánica(1) a la vez que prosaica y desengañada, donde el hombre inferior desea ser valorado en una sociedad que le margina. A mediados del siglo XV, el converso Diego de Valera, ya había traducido a San Gregorio parafraseando los salmos de esta manera: “Tal es la vida del ombre como el vapor que se levanta de la tierra e dura poco; e toda carne es asi feno; e toda gloria mundana, como flor que aína la seca el aire; e tal como la paja, que ligeramente la levanta el viento e ligeramente deja caer; e tal como el fumo, e tal como la niebla que ligeramente suben e ligeramente descienden; e tal como el nublado, que ligeramente viene y ligeramente se va; e tal como el rocío de la mañana que no dura fasta la tarde”.
Para Castro
este pesimismo hebreo que ataca la vida, se desespera y vive en un desengaño constante, esta angustia luterana, es el mismo pesimismo protestante del mundo y del ser humano, que nace de la Biblia. Por tanto para explicar el drama de los cristianos nuevos no es suficiente el concepto de Contrarreforma como defensa ante el protestantismo, sino que en el alma hispana latían situaciones vitales y dramas internos de seres concretos desesperados y angustiados buscando en Dios su descanso.
Dirá Castro: “Bajo esta atmósfera oprimente florecerán la ascética y la picaresca, hijas gemelas de un judaísmo hecho Iglesia, y de un cristianismo sin fe en el hombre, y sin la abierta y piadosa sonrisa de su Fundador”. Serán también los conversos quienes secularizaron la ascética bíblica e inyectaron en la España del siglo de Oro el mundo como caos pero sobre todo como pequeñez frente lo eterno. Dice Juan de Mena:
Çiego tras çiego, e loco tras loco,
Así andamos buscando fortuna;
Cuanto más avemos, tenemos más poco,
Así como sueño et sombra de luna,…
Pues tu, gusanillo…
Sueño e viento, cosa corrompida,
¿no ves tu seer cuan poquillo es?
La espiritualidad conversa en la España del XVI era algo que sentía diferente a la católica, pero muy parecida a la protestante, porque eran vidas paralelas, a la par de la muerte. Además muchos de los conversos procesados fueron protestantes o sintieron, desde el pesimismo y desde los estilos de tono sombrío, volver a sus profundas raíces bíblicas. En unos casos los conversos se refugiaron en órdenes religiosas como en gran número ocurrió en los jerónimos y otras en la heterodoxia porque estaba más unida a sus raíces bíblicas. “El sentimiento y la creencia de hallarse viviendo el hombre entre incertidumbres y fantasmagorías se extendieron como la grama por el suelo espiritual de España”. “El judío y el converso su adversario, no eran gentes cualquiera, llevaban en su alma la agonía de sentirse despeñados desde cimas venturosas hasta el espanto de las matanzas, las hogueras, el tormento, los sambenitos y el acoso de una sociedad enloquecida, que fisgaba continuamente en sus actos y en su conciencia, siempre expuesta a salir a la intemperie por la vía de las torturas” (Castro A., La realidad histórica de España., 1954, pág. 542)
La mística como religiosidad más libre, íntima y secreta, era una forma de espiritualidad perfecta para personas profundamente religiosas pero obligadas a disimular al lado de ceremonias impuestas. Había ocurrido con los conversos moriscos y ahora también con los judíos conversos, de manera que la espiritualidad intima y mística aparece en este tiempo de mediados del XV y principios del XVI como un desbordamiento de religiosidad. La mística llegó a entenderse, en este siglo XVI, de dos formas: una popular y otra heterodoxa, donde los conversos se mezclan en listas de alumbrados, beatas, erasmistas y luteranos. En la forma popular, aparentemente ortodoxa estará la reforma carmelita de Santa Teresa que era conversa como San Juan de la Cruz. Pese a estas matizaciones era una espiritualidad que enseñaba una relación con Dios porque como dirá Castro “el judío estaba encerrado, entretanto, en los estrictos términos de la desproporción Dios-hombre y clama su angustia en metros desolados”. Esto lógicamente excluía la intermediación del clero y hasta de la humanidad de Cristo para sentirse en la presencia del Dios uno y judío, pero la Inquisición estorbó todas las llamas de entrega mística hasta el quietismo de Molinos, quedando en algo secundario en la espiritualidad española.
Sin embargo los conversos introducirían sutilmente en el clero su ideología y en su situación de privilegio por aquel entonces, muchos adoptaron el estado religioso como opción atractiva de un empleo cómodo y bien retribuido. El
Libro de Alborique los acusa de estar "robando las iglesias, comprando los obispados, canonjías y las otras dignidades de la Santa Madre Iglesia, tomando órdenes de clérigos y no creen en la santa fe católica, ni en la misa que dicen". El propio Vaticano prohibiría a los conversos, para evitar parcialidad en los juicios, el ser jueces en las causas de fe. El obispo de Calahorra don Pedro randa sería encarcelado en el castillo de Sant-Angelo el 16 de noviembre de 1498, por llevar una doble vida religiosa y con un cinismo e hipocresía escandalosa.
Estos datos nos acercan más a nuestra postura de que
el elemento converso estuvo más cerca de la Reforma protestante que de la Iglesia y del Imperio. Pero además el dominio del clan judío-converso, cuando aún podían ocupar los cargos públicos y gozar de todos los privilegios de los cristianos, entrará en la Corte y en las jerarquías eclesiásticas y aún se incrementaría al enviudar el rey Fernando y seguiría con Carlos I. Encontramos conversos en la Corte de Isabel la Católica como Pedro Arias Dávila, contador mayor y consejero real; Pedro de Cartagena, consejero, Fernando Álvarez, Alfonso de Acila y Fernando Pulgar como secretarios; Hernando de Talavera de confesor, y obispos como el de Coria, Alfonso de Valladolid, Alonso de Palenzuela, Pedro de Aranda, Juan Arias Dávila.
También Felipe II tendría entre sus secretarios a Antonio Pérez de estirpe judía, el influyente Cardenal Mendoza y Bobadilla y al Inquisidor General Diego Deza. Desde 1525 los franciscanos insistían en “que los cristianos nuevos atropellaban a los viejos pretendiendo el dominio total de la Orden, para volver al judaísmo”; era una especie de caballo de Troya en medio de la Iglesia y del Imperio y algunos autores consideran que estos judíos con sotana supusieron la peor catástrofe que ha sufrido el cristianismo en toda la historia.
1) C. Carrete Parrondo. “Mesinismo e Inquisición en las juderías de Castilla la Nueva”.
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