Dice un Diccionario catalán:
El cortesà erasmista Gaspar de Centelles es cremat per luterà a València (1563). Como podemos ver, se mezcla erasmista con luterano y no se sabe bien si es protestante o no. Pero Centelles sí que fue uno de los valencianos importantes que abrazo la fe evangélica.
Muy poco sabemos de este
noble valenciano del XVI que fue procesado por luterano en 1563 y llevado a la hoguera en 1564. Su hermano Miguel también había estado en las mazmorras de la Inquisición y sería por fin absuelto en 1567.
Gaspar y Miguel aparecen mencionados en los ditirambos de la 2ª parte del Orlando Furioso de Ludovico Ariosto y también aparece un tercer hermano, Jaime, acusado de sodomía y condenado en 1566 a seis meses de reclusión y una multa por un asunto de defensa de los derechos de los moriscos. Lo cierto es que aparecen más las luchas internas entre clanes de la aristocracia, que el verdadero sentir religioso, aunque indudablemente aparecen en Italia al lado de protestantes ilustres.
Según historiadores valencianos, “en las luchas se involucran los personajes más importantes de la sociedad valenciana, Pere Lluis Galcerá de Borja es Maestre de la Orden de Montesa y jefe del clan. Gaspar Centelles, noble valenciano, luterano, es quemado en la hoguera por la Inquisición, que es usada también en las luchas entre bandas rivales. En suma, la Valencia del XVI se ve asolada por las luchas entre facciones, es como el Chicago de los enfrentamientos mafiosos. La justicia privada era usual.”
La Inquisición penalizará todos los aspectos tanto escritos como hablados. Se abren procesos entre 1525 a 1545 a personas como Vives, Oliver, Gelida, J de Moliba o Pérez Chinchón y después a otra generación más centrada en el rigor gramatical, como Decio, Ledesma, F.J. Mas o Sebastián Furió Ceriol que están en la defensa del Evangelio en lenguas autóctonas.
En la Valencia del XVI destacarán tres círculos luteranos: el de Gaspar de Centelles que lo integraban Jerónimo Conqués, procesado en 1553; Miguel Pérez, procesado en 1572; Segismundo Arquer condenado en 1571y Pedro Lluis Verga condenado en 1572. El otro grupo sería el de Morella con los destacados Miquel Enca y Gaspar Querol y en tercer lugar, el grupo de la Cartuja de Porta Coeli con Miquel de Vera. Habría algunos que tuvieron que vivir itinerantes como Martín Cordero y ser parcos en palabras o vivir definitivamente en silencio.
Se ha dicho que como en el caso de Segismundo Arquer, la Inquisición le condenará por estar su nombre asociado al del gran humanista, cartógrafo, cosmógrafo y lingüista Sebastián Müster que llegaría a ser clérigo luterano en Pforzhein, lugar en la que se llegó a expulsar a los católicos y recibir a los exilados valdenses y del sur de Francia, que fueron recibidos con las manos abiertas. Sin embargo a Arquer no lo condenarían por esto sino por tener correspondencia con el luterano valenciano y alcalde de Sásari en Cerdeña, Gaspar de Centelles, y en tales cartas, se proclamaba la necesidad de un estudio directo de las Sagradas Escrituras en contra de la interpretación desde la Tradición.
Esto demuestra reiteradamente que el erasmismo de Centelles y el de muchos otros así declarados, supone algo más que una crítica a las instituciones medievales de la iglesia y que la Inquisición, con su minuciosidad en el detalle teológico, sabía delimitar como luteranismo y no como erasmismo.
Lo que si afirman los autores como J.M. López Piñero y V. Navarro Brotons, es que la actividad científica e intelectual valenciana se paraliza a partir de ser quemado en la hoguera Gaspar de Centelles i Moncada, miembro de la poderosa familia de los Condes de Oliva, además de otros como el de Jerónimo Conqués procesado en 1569. Otros añaden que la decadencia cultural catalana y valenciana también proviene de la fascinación que los catalanes tuvieron por Italia y que no fue correspondida. Italia fue un mito de la nobleza catalana y valenciana, incluida la de los Centelles, quienes iban y venían constantemente, pero que los italianos lanzaron no pocos dardos contra la avaricia, la ignorancia y corrupción de los catalanes. No obstante, muchos italianos vendrían a Cataluña y entre ellos sobresaldría Lucrecia Borgia que vino a Barcelona en 1504.
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