Aflicción y paz

“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”

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“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

“Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre”.

Llega un momento en la vida de todo hombre en que es interpelado por Dios, el llamado momento de la verdad.

Si es interpelado es que Dios presenta una oportunidad antes inexistente. Conocedor de su desesperanzado final, el hombre de la parábola del tesoro escondido que lo descubre en un campo, (la intuición de un reino de Dios accesible), necesariamente se alegra y lo vende todo para comprar ese campo.

Pero ¿todos estamos apercibidos de esa gran posibilidad?

¿Hemos ensordecido y sofocado con cosas materiales nuestro clamor? ¿Hemos perdido de vista nuestra mortalidad? ¿Nos creemos sin posible remisión? ¿Nos creemos algo diferente a lo humano? ¿No hay más dicha que lo que vivimos?

La Navidad ha quedado afincada en el siglo I de nuestra era, pero la Gracia que se desprende de ella quiere alcanzar a todo hombre nacido de mujer en todas las generaciones pasadas, presentes y futuras.

Ya no es alegoría, Cristo es materia tangible.

Por eso esta vez, en esta sección, por una vez no hablaré en alegorías, no quiero hacer un cuento sobre la Navidad, porque la Navidad no es un cuento.

Cristo, el postrer Adán, el verdadero Hombre. ¿Queremos ser otra cosa?

¡Prepárate! Si una voz firme y severa te interpela a tus espaldas, gírate y póstrate, no te arrepentirás.