Un fragmento de “Voces” (Serie Primeros Pasos), de Andy Prime (Editorial Peregrino, 2020). Puede saber más sobre el libro aquí.

 ¿EN QUIÉN PUEDO CONFIAR?

RESUMEN

Todo cristiano necesita la sabiduría de Dios para vivir para Jesús en este mundo.

El camino que transitamos en la vida está lleno de trampas ocultas.

Dios nos respalda y nos protege si escuchamos y obedecemos su voz.

GARY

La vida de Gary ha cambiado por completo. Todavía se reconoce en el espejo como el mismo hombre que era hace un año. Pero en lo que respecta a su vida, carácter, temperamento, lenguaje y relaciones, está irreconocible. Intenta seguir los caminos de Dios en todo lo que hace. No obstante, todos los días, en cada decisión, todavía hay voces que lo tientan a regresar a su pasada manera de vivir. Él sabe que confiar en su propia inteligencia ha dejado su vida en absoluto caos. No hay duda de eso. Pero era mucho más fácil en aquel entonces. Y eso es lo atractivo...

Partiendo de Proverbios 3, ahora consideraremos tres áreas en las que Gary siente el impulso de volver a ser el antiguo Gary:

Cómo usa su dinero.

Cómo responde a la disciplina.

Cómo trata a las personas que lo rodean.

Si leemos Proverbios 3, no podemos ignorar el hecho de que, si vivimos sabiamente, viviremos bien. La sabiduría nunca llega sola a la fiesta. Siempre trae a sus amigos. En Proverbios 3, la Sabiduría trae a:

Vida,

Prosperidad,

Favor,

Bendición,

Riquezas,

Honor,

Paz,

Seguridad,

Sueño,

Confianza y

Gracia.

Eso es genial, ¿cierto? ¿Pero qué pasa si no hemos sido sabios? ¿Qué pasa si hemos sido un tanto necios?

Proverbios 3 también dice que nuestra necedad trae a sus amigos a la fiesta. Ellos son:

Muerte,

Pobreza,

Maldición,

Guerra,

Miedo y

Vergüenza.

Este es el problema que hemos observado a lo largo de Proverbios.

La sabiduría trae vida.

Pero nuestra necedad trae muerte.

«Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano, y bienaventurados son los que la retienen» (Pr. 3:18).

Este es Salomón hablando nuevamente sobre la Sabiduría, y la describe como un «árbol de vida». Ese árbol ha aparecido en la Biblia antes. Ese árbol estaba en el huerto de Edén donde vivían Adán y Eva (Gn. 2:9). Ese árbol era la fuente de vida para Adán y Eva, y podían comer de él cuantas veces quisieran. Pero, cuando se rebelaron contra Dios, fueron expulsados del Edén. Se les prohibió el acceso al árbol de la vida. Fueron vetados.

Habían recibido órdenes de restricción que no les permitían estar cerca de él. De hecho, Dios había colocado ángeles guardianes y una espada encendida para custodiar el camino al árbol de la vida (Gn. 3:24).

Es el problema de Proverbios 3 otra vez.

La obediencia trae vida: acceso al árbol de la vida concedido.

Pero nuestra desobediencia trae muerte: acceso al árbol de la vida denegado.

Hemos visto que Dios tiene una solución para resolver nuestro problema: Dios envió a su Hijo, Jesús, a morir para darnos acceso nuevamente al árbol de la vida. Por esta razón, ese árbol no solo aparece al inicio de la Biblia en Génesis 2:9, sino que aparece de nuevo al final de la Biblia en Apocalipsis 22:2. En la nueva creación de Dios, para aquellos que confían en Jesús:

Se levantarán las prohibiciones.

Serán removidas las órdenes de restricción.

Los guardianes estarán desempleados.

Tendremos acceso al árbol de la vida una vez más. Para siempre.

¿Pero qué hacemos hasta entonces? Bueno, Salomón dice, que en Edén el camino a la vida era comer del árbol de la vida; en la nueva creación, el camino a la vida será comer del árbol de la vida; pero mientras tanto, el camino a la vida es escuchar las palabras de la Sabiduría.

Estaríamos equivocados si pensamos que tenemos que esperar hasta la nueva creación para disfrutar de ese jugoso fruto. Podemos hacerlo hoy simplemente abriendo nuestra Biblia.

«Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas» (Pr. 3:5-6).

Los cristianos aman estos versículos. Los citan todo el tiempo. Lo que a menudo no comprendemos es que estas palabras llegan directo al corazón de nuestra maldad. El corazón del pecado es que nosotros no confiamos en Dios,

seguimos nuestra propia prudencia,

no nos sometemos a Dios y

transitamos nuestro propio camino hacia la muerte.

Somos como los hombres que son demasiados orgullosos para pedir a alguien direcciones cuando están perdidos. Damos vueltas y vueltas en lugar de pedir ayuda a alguien. ¿Por qué? Porque no queremos parecer débiles o necios. Incluso cuando sí pedimos «consejos» a las personas, seguimos confiando en nosotros. Muchas veces ni siquiera estamos realmente buscando consejos. Simplemente buscamos que alguien nos diga exactamente lo que ya hemos decidido hacer. Y continuaremos preguntando a diferentes personas hasta dar con la respuesta que ya hemos decidido que queremos. Somos astutos, ¿cierto?

Las voces del mundo nos dicen: «cree en ti mismo», «si se siente bien, no puede estar mal», «sigue a tu corazón». Y así confiamos en nosotros mismos, en nuestras opiniones, nuestra experiencia, nuestra sabiduría. Hacemos las cosas a nuestra manera.

Sin embargo, la voz de Proverbios nos dice: «Escucha, hijo mío, eres un necio. No confíes en ti mismo. Confía en Dios». Por eso, estos versículos no solo llegan al corazón de nuestro pecado, sino que también llegan al corazón de lo que significa ser un cristiano. Significa confesar y arrepentirnos de nuestra falta de confianza en Dios, y decirle a Dios que ya no nos apoyaremos más en nuestra propia prudencia. Significa confiar en Dios y en el evangelio de todo corazón, y someternos a Dios en toda nuestra manera de vivir. Es todo o nada. Estamos adentro o estamos afuera. No podemos inclinarnos en dos direcciones al mismo tiempo.

Alguien me dijo una vez que, si se convertía en cristiano, no creía que su vida cambiaría. Eso me indicó que no entendía nada sobre su pecado ni nada de lo que significa ser cristiano. Cuando dejamos de confiar en nuestra propia inteligencia, y empezamos a confiar en Dios, el factor decisivo en cada decisión, cada día de nuestras vidas, ya no depende de nosotros.

Ahora confiamos en Dios de todo corazón.

Ahora nos apoyamos en la inteligencia de Dios.

Ahora sometemos todos nuestros caminos a los caminos de Dios.

Ahora andamos en la senda que Dios quiere que andemos.