Cómo vencer las fuerzas del poder terrenal

Una de las tentaciones de los creyentes, y que es muy difícil de vencer, es la tentación que supone la fuerza del poder y la gloria terrenal. Podemos pensar en gobernantes que se lucran, fijarnos en los núcleos de poder religioso, ya sea el Vaticano u otros, que ceden ante la fuerza del poder terrenal.

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Hay países que emprenden guerras o usan sus multinacionales para empobrecer otros países más débiles. De alguna manera nos traen a nuestras mentes a personas que se enriquecen de forma ilícita, formando grandes capitales como si fueran almacenes que responden al símbolo bíblico del “rico necio”.

Debemos tener cuidado también todos nosotros, las personas poco influyentes en el mundo y que pueden o podemos poblar las congregaciones de las iglesias, a la vez que caer en ciertas garras de las que tiene entrenadas el poder terrenal. Nadie está libre de esas trampas demoníacas.

Es posible que haya personas capaces de vencer esta fuerza del poder terrenal siguiendo el ejemplo del Maestro. Jesús venció la tentación del poder terrenal cuando el demonio “le mostró en un momento todos los reinos del mundo”. Y en esta línea, el Maestro sufre otras tentaciones durante su ministerio terrenal, pues, de ninguna manera, ese ofrecimiento de todos los reinos del mundo fue un caso aislado. No fue algo puntual que no se repitió. Esta presión del ofrecimiento del poder terrenal le va a acompañar toda su vida y ministerio. Quizás, de alguna manera, nos acompañe a nosotros también por ser sus discípulos.

Quisieron hacerle rey, pero no en el sentido de una autoridad espiritual, sino en el ámbito que estamos tratando: el del poder temporal. ¿Cómo se vencen este tipo de tentaciones que ofrecen la gloria humana y que nos puede afectar a nosotros dentro de nuestras situaciones personales, aunque nos parezca que, siendo unos don nadie, son situaciones de nula posibilidad de poder humano? Cómo vencer la propia tentación que, de alguna manera, nos puede ofrecer el poder o la gloria terrenal para nuestra perdición.

Para eso necesitamos un poder especial que podríamos denominar “el poder del Espíritu de Dios actuando en nuestras vidas”. La fuerza del Espíritu. Pero ¿qué ha ocurrido con las sociedades de consumo a lo largo de los años y de los siglos? ¿Qué ha ocurrido con la iglesia? ¿Qué ha ocurrido con los creyentes inmersos en los rituales eclesiásticos, pero que arrastran con ellos esas garras poderosas del poder terrenal, sea en la medida que sea y ante el cual no pueden resistir? Esas tentaciones siguen vigentes, nos rodean con sus lazos tramposos. La iglesia no ha podido usar el poder de Dios como hizo Jesús para vencer esas tentaciones. ¿Le ha faltado esa fuerza del Espíritu de Dios para poder resistirla y vencerla?

Observad: Jesús nunca estuvo aferrado al poder temporal. Siempre estuvo al lado de los pobres y de los sufrientes. Siempre los valores que Él predicó lo acompañaron siendo una mano tendida hacia el hombre que sufre marginación, desprecio o minusvaloración por parte de los religiosos de la época.

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Sus banquetes del Reino no estuvieron nunca llenos de personas ricas y poderosas según el mundo, personas que ostentaban prestigio, relevancia social o que estaban aferrados a la fuerza del poder terrenal. Eran despojados, oprimidos, excluidos y que sufrieron esas oraciones de desprecio como como la del fariseo que daba gracias a Dios por no ser como otros, como ese publicano al que despreciaba.  Jesús, en lugar de aferrarse al poder terrenal, estaba dispuesto a sufrir hasta la muerte por amor al hombre al que vino a rescatar.

Pregunta: Dentro de estas líneas mesiánicas, ¿Cómo no iba a ser posible que nuestro Maestro, el Mesías redentor venciera la tentación? También la vencería su pueblo y su iglesia si supiera moverse dentro de estos parámetros. Lo que puede ocurrir es que la iglesia, su jerarquía eclesiástica no ha estado siguiendo con seriedad los pasos del Maestro, pues se ha aferrado en muchísimos casos al poder terrenal, ha valorado las riquezas, quizás les ha dado a los ricos los primeros lugares en las poltronas eclesiales, en sus sillas, en sus bancos.

Desgraciadamente, la iglesia ha aprendido muy rápidamente a usar las artimañas del poder terrenal. Desde ahí, no es extraño también que muchos de sus miembros no vean problemática alguna en abrazar el lazo que le tienden las riquezas, el poder, las injustas acumulaciones.

Es verdad que, quizás, esto se ha dado mucho más en la iglesia católica con sus grandes y fuertes infraestructuras y sus luchas de poder, sin embargo, tenemos que tener también cuidado con los valores que entran en nuestras congregaciones, aunque sean mucho más humildes.

No siempre se ha evangelizado desde los pobres como hizo Jesús. A veces hemos evangelizado desde estructuras sociales y económicas de poder que han arruinado la evangelización del mundo. Así, pues, podemos afirmar que desde estos parámetros es imposible vencer las tentaciones del poder terrenal. Quizás no hemos tenido la fuerza y el poder del Espíritu de Dios para ser vencedores caminando tras el Maestro al que decimos seguir. Para vencer la tentación es necesario observar y seguir las líneas marcadas por Jesús mismo. Caminemos pues con cuidado.

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Finalmente y para terminar este artículo, vamos a sacar una de las frases más representativas de Jesús si es que queremos ser vencedores, frase que es esencial para vivir como Él quiere: “La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”.