Salir al camino

Barasel salió a los caminos que conducían a las iglesias y preguntó a los que iban y venían de ellas.

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—Buenos días, querría hacerte una pregunta: ¿Conoces a Jesús?

—Sí, por supuesto.—Respondió uno con gozo y sin dudar.

—Háblame de él, cuéntame su vida, sus hechos, para que mi espíritu se regocije. Quiero conocerle más.

—Mira, lo importante es ir al culto los domingos y así te enteras. ¿Ves? Allí tienes una iglesia, respondió indicando con el dedo.

Barasel no quedó complacido y repitió la pregunta a otro usuario eclesial.

—Buenos días, ¿conoces a Jesús?

—¡Cómo no! Da el diezmo de todo lo que ganas y verás como Jesús te bendice de manera extraordinaria, te devolverá el ciento por uno.

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El buscador de respuestas insistía.

—¿Y de Jesús? ¿Sabes algo de Jesús?

Otro más contestó:

—¿Acaso estás enfermo? Si es ese el motivo de tu búsqueda pídele que te cure. Ningún creyente sufre enfermedades, ¿lo sabías?

Por más que Barasel preguntaba, no encontraba satisfacción para el hueco que necesitaba llenar y que a cada paso se le agigantaba adentro. Recibía soluciones que parecían fórmulas matemáticas como no mates, no engañes a tu cónyuge, no robes y no mientas, verás cómo te cambia la vida; o lee la Biblia, apréndela de memoria y todo te irá bien. Bautízate y no te condenarás. Canta mucho, quien canta el mal espanta. Pide con insistente fe lo que quieras y lo recibirás todo. Obedece cualquier cosa que te digan los dirigentes de alguna iglesia y tendrás gran recompensa. Sé bueno, ayuna y sacrifícate, el sacrificio purifica. Lo mejor que puedes hacer es estar atento al 666 para no cruzártelo en el camino. Si tienes imágenes en casa, tíralas, eso es idolatría. No hables mal de tu vecino si no quieres que tu vecino hable mal de ti. Deberías hacer esto para no ir al infierno para toda la eternidad. 

Respuestas como estas y parecidas fueron comunes.

Al ver que desfallecía de ganas por conocer a Jesús, se dirigió a los que se reunían dentro del templo.

—¿Conoces a Jesús? Háblame de él.

Y, de igual modo, nadie le supo responder.

Barasel no podía contener su llanto. Buscaba a alguien que se sentara con él y le mostrara algo sobre el Señor. Mas sólo halló normas y preceptos de conveniencia que debía cumplir. Prohibiciones que obstaculizaban el progreso de su búsqueda. Sin embargo, nunca perdió del todo la esperanza. Algo en su interior le decía que continuara con su propósito porque todos podrán ver a Dios cara a cara, y el nombre de Dios estará escrito en sus frentes (Apocalipsis 22:4)

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[title]Por un año más[/title]

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