Para siempre

El brasileño Gabriel Medina es uno de los deportistas más conocidos en la actualidad. Campeón del mundo de Surf, no sólo es reconocido por su habilidad en el deporte, sino también por su amor al Señor Jesús y su compromiso con la familia y los amigos. Un día, hablando sobre las dificultades del deporte (¡Y de la vida también!) declaró: “El esfuerzo es momentáneo, la gloria es para siempre”. Lo que es importante en la vida es aquello que nos abre las puertas de la eternidad, aunque en algunas ocasiones tengamos que renunciar a muchas cosas para conseguirlo.

¿Qué pensarías si alguien lo tuviera todo menos un simple detalle sin importancia, y fuera capaz de tirarlo todo por la borda simplemente porque desea con toda su alma ese simple detalle? ¿No crees que sería, cuando menos, un necio? Pues así somos todos: recuerda que los primeros seres creados, Adán y Eva, lo tenían todo pero desearon justo aquel fruto que no podían poseer. Si me permites seguir con la ilustración, podemos tener miles de árboles diferentes, pero siempre deseamos el que no podemos alcanzar. 

Casi siempre, aquello que no tenemos nos parece que será más divertido, ¡ese es nuestro problema! Pensamos que nos sentiremos más “vivos” si comenzamos una aventura hacia lo desconocido, sin que nos preocupe en absoluto si ese viaje va a terminar destruyéndonos. Casi nadie es capaz de comprender que lo que tiene es lo mejor, que la aventura está en casa, ¡siempre creemos que lo prohibido nos llenará de vida! y esa es la mentira más grande con la que nuestro peor enemigo nos engaña cada día: ¡Y le sigue saliendo bien una y mil veces!

Olvidamos que las aventuras que merecen la pena, las que nos dan la vida, son las que podemos disfrutar con nuestra familia, con nuestros hijos y nuestros padres, con los amigos, con los miles de cosas buenas que Dios nos regala. Ese tipo de desafíos son los que nos devuelven la libertad porque nos enseñan a vencer el miedo. Cuando buscamos lo prohibido perdemos la seguridad de quienes somos y el miedo se apodera de nosotros. Vivimos permanentemente con el temor de ser descubiertos porque sabemos que estamos tomando el camino equivocado. Sin embargo, cuando estamos con los que amamos y somos fieles en la amistad y la ayuda, vivimos tranquilos porque estamos fortaleciendo las relaciones que merecen la pena. 

Cuando disfrutamos de todo lo que Dios nos da aprendemos que no necesitamos nada más: “El Señor, el Dios Santo...dice: Volved ,quedaos tranquilos y estaréis a salvo. En la tranquilidad y la confianza estará vuestra fuerza” (Isaías 30:15). Vivimos en la confianza de que lo que nadie puede quitarnos y Dios nos regala siempre cosas nuevas que nos hacen sentir vivos, cosas que merecen la pena. 

Aprendemos a jugar, crear, edificar, ayudar, disfrutar con quienes amamos… sabiendo que todo lo que Dios pone delante de nosotros es eterno y nos llena de vida.