El virus de la gripe familiar

Pues bien, una vez aclarado el asunto, continúo diciendo que el día que me decida a escribir sobre este virus en profundidad, dedicaré un capítulo entero a los aparatos de aire acondicionado, por la siguiente razón: Los técnicos de estas máquinas aconsejan que cuando los pongamos en marcha, cerremos las puertas de las habitaciones para aprovechar mejor sus funciones. Nosotros, siempre obedientes a los consejos de cualquier técnico, así lo hacemos. Sin embargo, estos señores no te avisan de los efectos secundarios que ocasionan pasado un tiempo, y me he llevado un disgusto. Ahí voy. Por ejemplo en esta época del año, un esplit trabajando en una habitación cerrada, te proporciona el calor artificial exacto que le indicas, pero por otro lado, te aparta del calor humano e interno que necesitas de los tuyos. Lo digo porque ahora casi no nos vemos, y cuando casualmente nos cruzamos por los pasillos, algo desconfiados preguntamos por la salud, por cómo nos va en el trabajo y en los estudios.

Ayer mismo, por poner un ejemplo, me topé con un desconocido que, como Perico por su casa, salía de uno de los baños. Al preguntarle desaforada quién era y qué estaba haciendo allí, procurando calmarme dijo: “Soy Fernando, mamá”. Era mi hijo menor que sin previo aviso, ha dado el estirón y se ha dejado la pelusilla del bigote. Cosas que pasan.

Si será malo este asunto del frío interior, que ya ven lo que les está pasando a los pollos. Ni ellos se libran. Vaya usted a saber si todo esto les ha venido a los pobres, de los aparatos de calor que ponen en las granjas para calentarlos por fuera, y ya lo ven, griposos por dentro y contagiosos.

Luego, en otro capítulo, echándole valor, contaría que de toda la vida de Dios, lo que ha evitado el virus de la gripe familiar, no han sido los espliter, sino el calor de un buen brasero. Desde tiempos ancestrales, esta vacuna tan sencilla ha convocado a su alrededor a grandes y chicos, a conocidos y a extraños, sanándolos.

Por ver si me ahorro escribir sobre esto, voy a hacer una ultima intentona para inmunizar a los míos. La cosa está difícil. Esto es serio.

Convencida de que humanamente no tiene visos de mejorarse, al primer estornudo, he trasteado en mi fe hasta encontrar un braserito con carbón-diálogo, marca Celestial, inspirado en el fuego del Espíritu. A ver si nos arregla la vida. (Señor director, acepte la publicidad gratuita del producto, ya que no llevo comisión alguna e intentaré no reincidir en próximos artículos).

Este producto es gratis en cuanto a dinero se refiera, aunque carísimo en inversión de tiempo. Sin embargo, sé que valdrá el esfuerzo. Los expertos en combustibles con propiedades caloríficas-comunicativas (repito que siempre obedezco la voz de los expertos), aconsejan dejar que sea Nuestro Señor quien lo prenda y lo avive poco a poco, a su manera. Ya os contaré los resultados. De momento, corro el riesgo manteniendo las puertas de las relaciones abiertas.

¡Cuídense! Por la gripe aviar se empieza. Salud.