¿Qué hay en tu cabeza?

A veces me pregunto qué pensarás. Qué imágenes se funden dentro de ti y te asaltan y te asustan y te asombran.

Eres diferente, una diferencia que no todos comprenden. Una diferencia que a mí me estimula, me anima a querer conocerte un poco más y sentir cómo sientes, cómo procesas la información que recibes y la manera en la que intentas hacerla extensible a los demás.

Contigo he descubierto que el autismo no es sinónimo de soledad, de tristeza, de complejidad. Me has mostrado la otra cara de un trastorno que realmente me asustaba porque lo desconocía.

Tu risa, tu forma de mirar, tus palabras torpes que cada vez se vuelven más y más firmes, tu cabeza laureada de ilusión, tus juegos, tus canciones. Todo ello envuelto en ti me hace ver que el autismo tiene una profundidad inefable.

Me has quitado miedos, me has dado valor, has potenciado áreas de mi vida que nunca creí podrían ser fomentadas.

Has abierto una senda hacia lo desconocido y me has enseñado a ser más tolerante, solidaria, empática, sensible…

Te veo crecer y me siento orgullosa de ti.

Es asombroso ver cómo trastornas la vida de quienes te rodean y haces que todo se vuelva mucho más hermoso. Eres fresca esencia que envuelve mi vida.

Notas dulces que contonean este barco mío que hace años creía sufragar en un mar inexplorado.

Hoy me devuelves una mirada y el suave gesto de una complicidad que algunos auguraban improbable.

Yo sigo creyendo en el Dios de lo imposible, en ese ser que permite que pases por tierras áridas para hacerte descubrir que tras la sequedad del terreno, mucho más cerca de lo que crees, se encuentra el valle.

Hoy no concibo mi vida sin ti. Nada tendría sentido de no haberte conocido. Me gustas tal cual eres. Me gusta la diferencia, la peculiaridad. Las personas no somos objetos fabricados en serie, somos exclusivos, únicos, inigualables.

Gracias por ser tan especial y pintar el lienzo de mi existencia con una gama de colores invisibles a los ojos de quienes no saben ver más allá de sí mismos.